Alemania, entre la recesión y la depresión

Durante días, ha flotado sobre la vida política germana el fantasma de una gran coalición

La política alemana posterga la búsqueda de salidas a la crisis, la amenazante recesión económica y la colectiva depresión psicológica al desenlace de las elecciones regionales del domingo, en las que en tres Estados federados (Baden-Württemberg, Renania-Palatinado y Schleswig-Holstein) está convocado a las urnas un 20% de todo el electorado de Alemania.Durante días flotó sobre la política alemana el fantasma de la gran coalición, un Gobierno formado por los dos grandes partidos, democristiano (CDUCSU) y socialdemócrata (SPD), como consecuencia de la situación económica de recesión que ...

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La política alemana posterga la búsqueda de salidas a la crisis, la amenazante recesión económica y la colectiva depresión psicológica al desenlace de las elecciones regionales del domingo, en las que en tres Estados federados (Baden-Württemberg, Renania-Palatinado y Schleswig-Holstein) está convocado a las urnas un 20% de todo el electorado de Alemania.Durante días flotó sobre la política alemana el fantasma de la gran coalición, un Gobierno formado por los dos grandes partidos, democristiano (CDUCSU) y socialdemócrata (SPD), como consecuencia de la situación económica de recesión que atraviesa el país. El Gobierno de Bonn !e resiste a emplear el término, pero resulta difícil ignorarlo con un número de parados, 4,3 millones, que bate todas las marcas desde el final de la guerra; descenso del producto interior bruto (PIB); déficit presupuestario que obliga al ministro federal de Hacienda a imponer un bloqueo del gasto, y unos agujeros en' la financiación de la Seguridad Social que nadie sabe cómo tapar.El planteamiento no podía ser más simple: ante la inevitable purga de ricino que requiere el paciente, la gran coalición sería una alternativa razonable. Para poder aplicar la cura de caballo que necesita Alemania, sería preciso el apoyo de los dos grandes partidos (CDU-CSU y SPD), que tendrían que mancharse las manos con el trabajo sucio, imprescindible para poner de nuevo en forma al país, que en estos momentos no cumple los cuatro criterios de convergencia que exige el Tratado de Maastricht para entrar en la Unión Económica y Monetaria europea.

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Algunos políticos del SPD, como el jefe del grupo parlamentario, Rudolf Scharping, no tuvieron el menor empacho en lanzar globos sonda tales como afirmar que la situación de Alemania hoy es "mucho más dramática" que en 1966, cuando se formó por primera y única vez una gran coalición en Alemania que tres años más tarde concluyó con la llegada al poder del SPD con Willy Brandt. El tema de la posible gran coalición llegó incluso a merecer el titular de primera página en el prestigioso diario conservador Frankfurter Allgemeine el pasado 13 de marzo.

La casi anunciada ruptura de la, coalición rojiverde, entre el SPD y Los Verdes, en el Estado federado de Renania del Norte-Westfalia, con 18 millones de habitantes, el más poblado del país, parecía poner fin al modelo de gobernar con una alianza entre socialdemócratas y ecopacifistas el Estado más industrializado de Alemania.

El fracaso anunciado de la coalición rojiverde habría dejado abierta como única opción un Gobierno de gran coalición, con una repercusión inmediata sobre Bonn. En el último minuto, en la noche del sábado 16, los sectores fundamentalistas de Los Verdes cayeron en la cuenta del peligro que suponía acabar con el Gobierno rojiverde de Renania del Norte-Westfalia y aprobaron a regañadientes la continuación del matrimonio de conveniencia con el SPD. Para ello, Los Verdes tendrán que tragarse varios sapos en forma de kilos de cemento de autopista y un par de proyectos que consideran dañinos para el medio ambiente.

La continuación de la coalición rojiverde en Renania del Norte-Westfalia aplacó por unos días el runruneo en torno a la gran coalición, pero el fantasma no está, ni mucho menos, muerto. Ad menos mientras dure una crisis económica que no tiene perspectivas de evolucionar de forma favorable en un futuro inmediato.

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Tanto la CDU-CSU como el SPD han negado cualquier clase de plan para formar una gran coalición, pero la idea flota en el ambiente, y no se puede excluir que acabe por imponerse como un imperativo categórico, como fórmula para un Gobierno capaz de adoptar medidas impopulares ante la necesidad de lograr el saneamiento de la economía, imprescindible para entrar por la puerta grande en la Unión Económica y Monetaria europea.

En espera de que llegue a plantearse una situación semejante, que le permitiría acceder de nuevo al poder en Bonn, del que lleva ya trece años y medio ausente, el SPD juega a tope la carta del populismo, sobre todo en la elección de Baden-Wurttemberg y, en las tomas de postura del presidente del partido, el presidente de Gobierno del Sarre, Oskar Lafontaine.

La elección de Lafontaine para dirigir el SPD, en el congreso del pasado noviembre en Mannheim, ha consolidado al partido en términos demoscópicos y se ha detenido la irresistible caída a la que parecía condenado bajo la dirección de Scharping. Según los sondeos, el SPD y Los Verdes cuentan en estos momentos en el ámbito federal con una fuerza en torno a un 46%, similar a la de la. coalición demoliberal (CDU-CSU / FDP) que gobierna en Bonn.

En la caza del voto, Lafontaine y el SPD de Baden-Wurttemberg parecen haberse guiado de la máxima "más vale populista que antipopular", y, han lanzado sobre la arena política un par de temas con éxito de público asegurado. El temor al paro alcanza en Alemania en estos momentos cotas altísimas. Nada extraño, si se tiene en cuenta que los 4,3 millones de parados baten todas las marcas existentes en la República de Bonn. En esta coyuntura, Lafontaine ha logrado, sin duda, un éxito de, público con la propuesta de poner coto a la entrada de emigrantes de origen alemán, procedentes sobre todo de la desaparecida Unión Soviética.

Desde 1988, Alemania recibe cada año por encima de 200.000 emigrantes, casi 400.000 en 1989 con la caída del muro y otro tanto en 1990 con la inevitable carga sobre el mercado laboral, la vivienda y las cuentas de la Seguridad Social, por tratarse, según la Constitución, de ciudadanos alemanes, con el consiguiente derecho a renta, aunque no hayan cotizado jamás a la Seguridad Social. La protección que ofrece el Estado a estos alemanes, que ni siquiera hablan el idioma y empieza por cursos pagados para aprenderlo, resulta impopular en tiempos de paro masivo, altos impuestos y recortes de prestaciones sociales.Lafontaine no ha tenido el menor escrúpulo en sacrificar lo que algunos socialdemócratas consideran un principio sagrado, la solidaridad con los más débiles, y se ha lanzado a una campaña abierta contra la entrada de emigrantes de origen alemán. Argumenta Lafontaine que, con los criterios legales que aplica Alemania, España se vería inundada si los ciudadanos de origen español que viven en América Latina tuviesen derecho a recibir la nacionalidad tal como ocurre con los alemanes procedentes de Rusia y los países del Este.El candidato del SPD en Baden-Württemberg, Dieter Spoeri, actúa en esta línea, y ha introducido en su campana electoral el aplazamiento de la unión monetaria. "La estabilidad y los puestos de trabajo son. prioritarios. Por eso, ¡aplazar la unión monetaria!", dicen los pasquines del SPD en Baden-Württemberg, Estado que podría servir de laboratorio de pruebas para una campaña electoral de corte populista en 1998 en toda Alemania.A Spoeri no le molesta que le acusen de populista. El pasado 4 de marzo, el semanario Der Spiegel dedicó su portada al auge del populismo en Alemania, y se preguntaba si las tertulias en las tabernas dictan ahora la política de los partidos. Hace unos días, a altas horas de la noche, en un hotel de Stuttgart, Spoeri no tenía el menor escrúpulo en afirmar ante- un grupo de corresponsales extranjeros que un político debe seguir de cerca lo que se dice en las tabernas, y criticó como elitismo intelectual a quienes se burlan de esto.Dejó claro Spoeri que de ninguna manera está dispuesto a consentir que "Kohl se inscriba en el libro de la historia como el Bismarck europeo". Por eso no vacila Spoeri en hacer campaña en contra de la unión monetaria, porque así lo quiere el pueblo.

Los socialdemócratas pueden permitirse desde la oposición esa doble estrategia: esperar una gran coalición si llega el caso y, mientras tanto, hacer populismo para tratar de aumentar su caudal de votos.

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