Editorial:

El tiempo es oro

TRAS LA nerviosa recepción inicial de los resultados electorales, los mercados financieros parecen haber asumido que el nuevo Gobierno -cualquiera que sea- no va a alterar significativamente el rumbo de los últimos años y que mantendrá como objetivo prioritario el cumplimiento de las condiciones de Maastricht para acceder a la unión monetaria. La cuestión principal ahora es que se constituya cuanto antes un Gobierno capaz de transmitir algo más que intenciones.A diferencia de otros episodios de inestabilidad financiera, en esta ocasión los indicadores económicos han actuado de ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

TRAS LA nerviosa recepción inicial de los resultados electorales, los mercados financieros parecen haber asumido que el nuevo Gobierno -cualquiera que sea- no va a alterar significativamente el rumbo de los últimos años y que mantendrá como objetivo prioritario el cumplimiento de las condiciones de Maastricht para acceder a la unión monetaria. La cuestión principal ahora es que se constituya cuanto antes un Gobierno capaz de transmitir algo más que intenciones.A diferencia de otros episodios de inestabilidad financiera, en esta ocasión los indicadores económicos han actuado de amortiguadores. La evolución de la tasa de inflación y el saneamiento relativo de las finanzas públicas muestran una tendencia positiva. La continuidad en la reducción del déficit público ha encontrado en la prórroga presupuestaria un aliado inesperado que permitirá abordar las cuentas de 1997 sobre bases relativamente favorables. Con todo, la mera continuidad del rumbo no es suficiente. Así ha debido entenderlo el Banco de España al retrasar la esperada reducción del tipo de interés.

La economía española adolece de serias rigideces y necesita decisiones liberalizadoras urgentes: los servicios profesionales, el mercado del suelo o el conflicto de las farmacias son sólo algunos de los exponentes de esta situación. Junto a ello sigue siendo prioritaria la reducción del gasto público. Pero la urgencia para la formación de un nuevo Gobierno tiene razones adicionales. Aunque la tasa de crecimiento de 1995 haya sido superior al. promedio de los países europeos, los últimos meses del año muestran una pronunciada desaceleración. Desde Alemania llegan, por lo demás, señales propias de una recesión. Esto obliga a asumir, también por España, un ritmo menor de crecimiento para el presente año y con seguridad inferior, a las hipótesis barajadas en los proyectos de presupuestos.

Es difícil saber si esta caída del crecimiento es transitoria o el inicio de un nuevo abatimiento de las economías europeas. Una cosa, sin embargo, está clara. Es imprescindible eliminar los factores internos que generan una incertidumbre adicional. La prolongación de la actual interinidad política, más allá de poner al descubierto las habilidades de algunos líderes políticos, puede ser nefasta para la economía española. Jamás ha sido tan explícito el valor del tiempo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En