Crítica:

Soltarse la melena

Lolita

Sala Caracol. Madrid, 7 de marzo.

RICARDO CANTALAPIEDRA, "Esto no es un examen ni una presentación", dijo Lolita poco después de comenzar su actuación. Allí se mascaba, sin embargo, emoción de puesta de largo, nervios de reválida, aglomeraciones, cámaras de televisión, radios, fotógrafos, gente en la calle que no pudo acceder a la sala porque ya no cabía un alfiler.

Hacía dos años que no cantaba en Madrid, pero en aquellas fechas estaba en otra onda. Lo de ahora es una historia distinta, que empezó cuando, en 10 días aciagos de mayo del 95, perdió a su madre ...

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Lolita

Sala Caracol. Madrid, 7 de marzo.

RICARDO CANTALAPIEDRA, "Esto no es un examen ni una presentación", dijo Lolita poco después de comenzar su actuación. Allí se mascaba, sin embargo, emoción de puesta de largo, nervios de reválida, aglomeraciones, cámaras de televisión, radios, fotógrafos, gente en la calle que no pudo acceder a la sala porque ya no cabía un alfiler.

Hacía dos años que no cantaba en Madrid, pero en aquellas fechas estaba en otra onda. Lo de ahora es una historia distinta, que empezó cuando, en 10 días aciagos de mayo del 95, perdió a su madre y a su hermano Antonio, y poco después se separó de su marido. Antes de la tragedia ya estaba casi a punto Quién lo va a detener, álbum que presentó ayer y en el que, con canciones de Antonio Flores, Lolita daba un vira e artístico radical que ella ansiaba desde hacía tiempo.

Escuchando el disco y viéndola en directo es evidente que el cambio ha sido sustancial. Lolita es una artista nueva y una mujer libre. Se ha soltado la melena se ha puesto al mundo por montera y ha tirado por la calle del medio: pop sincrético adobado con guiños de rock, nuevo flamenco, baladas, salsa, bossa, bolero. El público llegó con ánimo de constatar, puntuar y hacerse una idea de por dónde van los tiros. Pero la sala Caracol no está para esas exquisiteces, a pesar de que el sonido y la luminotecnia fueron magníficos. Una poderosa banda, arropó brillantemente a la cantante. Pero había excesivas almas por metro cuadrado, demasiado agobio, clamorosa incomodidad y un calor al borde de la lipotimia. Y las televisiones se comportaron de forma crispante. Cuando a mitad del concierto irrumpieron Pedro Almodóvar y Bibi Andersen las cámaras omitieron el escenario.

Lolita merece ser escuchada con sosiego en otro ámbito.

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