Tribuna:

San Alzheimer

Después de permanecer atento a la pantalla todos estos días, llego a una conclusión: decidirán las clases pasivas. Cierro los ojos para que se positiven libre, inconscientemente, las imágenes dominantes acumuladas en el cerebro, y por encima de cualquier otro daguerrotipo me salen viejos en blanco y negro, parejas de la tercera edad, abueletes ocupando militarmente la sala del mitin, eméritos anónimos, medicina para ancianos extras de edades avanzadas sonriendo beatíficamente a la cámara del videoclip. Sólo habitantes del continente gris.También la banda sonora insiste en el mismo senti...

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Después de permanecer atento a la pantalla todos estos días, llego a una conclusión: decidirán las clases pasivas. Cierro los ojos para que se positiven libre, inconscientemente, las imágenes dominantes acumuladas en el cerebro, y por encima de cualquier otro daguerrotipo me salen viejos en blanco y negro, parejas de la tercera edad, abueletes ocupando militarmente la sala del mitin, eméritos anónimos, medicina para ancianos extras de edades avanzadas sonriendo beatíficamente a la cámara del videoclip. Sólo habitantes del continente gris.También la banda sonora insiste en el mismo sentido, muy por encima de otras muletillas. La campaña, venga de donde venga, acaba envuelta en un hilo musical de pensiones, retiros, seguridades, fondos, planes, subsidios, auxilios.

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No sé lo que en Toledo habrán pactado o dejado de pactar, de la misma manera que aún no sé en qué consistieron los Pactos de la Moncloa, los verdaderos, los secretos. Ignoro el porqué del extraño consenso entre caballeros para no hablar en campaña de las pensiones. Sobre todo, a estas alturas de una pelea electoral tan centrada sobre la tercera edad, no sé qué rayos les prometen a nuestros mayores; si presto atención, sólo escucho vaguedades de futuro, además de muy, pero que muy contradictorias promesas, juradas con el bigote torcido, de no reformar los miniderechos adquiridos. Una sola cosa está clara. Si los políticos en campaña se delatan por las peculiares maneras que tienen de halagar al auditorio, el único auditorio halagado que me sale una y otra vez es el continente gris. Está claro que, en última instancia, nuestra política activa la decidirán las clases pasivas.

Y eso es lo extraño, que, teniéndole tanto miedo electoral como le tienen a la gente mayor, hasta el extremo de convertirlos en protagonistas del relato audiovisual, los pintan como los pintan en sus respectivos vídeos, cuatricromías, mítines y fervorines: a la acuarela boba y desmemoriada. Si yo fuera un vejete, lo cual cada día es más probable, me cabrearía con esa beatífica imagen terminal y amnésica que de la tercera edad están transmitiendo. Y no sólo los ancianos del PP o los del PSOE, también (sobre todo) los que saca IU: todos. Son clases pasivas decisivas, sí, pero cortadas por el mismo patrón idiota. Como si quisieran hacernos creer que, a falta de recursos más complejos, tenemos posibilidad de diferenciar visual, audiovisualmente, las pantorrillas conservadoras del vaquero socialista y de la cazadora sindical, la estudiantina del cineclub, los artistas Cifesa de la progresía Bellas Artes, la frutería selecta del clip pornoviolento, Iglesias de Banderas, qué sé yo; pero en cuanto a los ancianos, todos cortados por el mismo patrón: san Alzheimer.

Es intolerable que hayan perpetrado. tamaño retrato bobalicón y desmemoriado de nuestras clases pasivas, como si sólo fueran capaces de pasear nietos, sonreír a la polaroid, molestar al médico del seguro y mirar al vacío. No sólo tienen miedo al voto de las clases pasivas, sino a que votemos como hubieran votado nuestros abuelos.

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