Tribuna:

En memoria de Paco Tomás

No es fácil escribir desde el dolor y la rabia, pero el temor a no hacer bien lo que se quiere no es excusa para no hacer lo que se debe.He recibido la noticia de la muerte de Paco en mi despacho de la Facultad, como él estaba en el suyo a la hora tremenda del asesinato. También en eso nuestras vidas han corrido paralelas, aunque él haya ido, en la vida como en la muerte, siempre delante de mí desde el día, ya muy lejano, en que nos conocimos en un congreso académico en Parma. Fue el inicio de una amistad honda y en mí admirativa, pero ni el juicio ni el sentimiento están en esta hora enturbia...

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No es fácil escribir desde el dolor y la rabia, pero el temor a no hacer bien lo que se quiere no es excusa para no hacer lo que se debe.He recibido la noticia de la muerte de Paco en mi despacho de la Facultad, como él estaba en el suyo a la hora tremenda del asesinato. También en eso nuestras vidas han corrido paralelas, aunque él haya ido, en la vida como en la muerte, siempre delante de mí desde el día, ya muy lejano, en que nos conocimos en un congreso académico en Parma. Fue el inicio de una amistad honda y en mí admirativa, pero ni el juicio ni el sentimiento están en esta hora enturbiados por esa amistad.

No es éste, además, el momento de explicar a quienes no lo sepan cuál es el legado científico que Paco nos deja como renovador de la Historia del Derecho. El primero, creo, que tuvo la lucidez y el valor moral suficiente para hacerla con un criterio valorativo inequívocamente democrático. Tampoco el de poner de relieve su capacidad de pensamiento y de expresión, su patriotismo hondo y mesurado, la anchura de su espíritu que en especial los lectores de este periódico conocen sobradamente. Era un intelectual de pri mera fila. Pero era además capaz de combinar ese talante con el de hombre de Estado; una combinación difícil y casi heroica, porque la prudencia del estadista exige con frecuencia sacrificios casi insoportables para la vanidad del intelectual. De ellos he sido testigo más de una vez.

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No creo exagerar si digo que también ha sido heroica su muerte. En esta guerra feroz que la barbarie ha declarado a España, la heroicidad no está nunca en los asesinos y siempre en los muertos. En esos hombres y mujeres que, como Paco, caen abatidos a tiros o reventados por una explosión cuando están en su trabajo o van o vuelven de él, pero que sabiéndolo van y vienen y trabajan' porque ése es su deber.

Con Paco. Tomás, mi amigo del alma, se hace aún más larga la lista de nuestros muertos. Su calidad excepcional y la dimensión pública de su figura, que hacen más evidente el horror del crimen cuyas víctimas potenciales somos 40 millones de españoles, aumentan el dolor. También, y al decir esto casi me siento escribiendo al dictado de Paco, la firmeza de nuestra resolución. Su sangre ahonda aún más el abismo entre ellos y nosotros. Sea que sea lo que pretenden, lo llamen como lo llamen y lo vistan como lo vistan, no lo tendrán jamás.Francisco Rubio Llorente es catedrático de Derecho Constitucional y ex vicepresidente del Tribunal Constitucional.

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