Un aviso en los Docklands
El día, la hora y el lugar escogidos por el IRA para llevar a cabo esta nueva demostración de fuerza intimidatoria ante el Gobierno británico, constituyen una evidencia palpable de que los terroristas pretendían lanzar una advertencia no demasiado cruenta. Canary Wharf, el desolado y ultramoderno paisaje donde ayer estalló la bomba que marca el fin de una tregua que ha durado más de 17 meses, y donde EL PAÍS tiene instalada su oficina en Londres, se despuebla cada día casi por completo entre las cinco y las. seis de la tarde.Los viernes, el proceso se ve acelerado, si cabe, por los deseos de l...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
El día, la hora y el lugar escogidos por el IRA para llevar a cabo esta nueva demostración de fuerza intimidatoria ante el Gobierno británico, constituyen una evidencia palpable de que los terroristas pretendían lanzar una advertencia no demasiado cruenta. Canary Wharf, el desolado y ultramoderno paisaje donde ayer estalló la bomba que marca el fin de una tregua que ha durado más de 17 meses, y donde EL PAÍS tiene instalada su oficina en Londres, se despuebla cada día casi por completo entre las cinco y las. seis de la tarde.Los viernes, el proceso se ve acelerado, si cabe, por los deseos de los trabajadores de banca, periodistas y empleados de tiendas de abandonar cuanto antes tan soberbio y deprimente escenario donde se ubica" el edifico más alto de la capital británica. A las siete de ayer sólo los turistas ávidos de emociones estéticas fuertes poblaban los restaurantes y pubs que permanecen abiertos en la zona, a orillas del río Támesis. La bomba, colocada, al parecer, en un aparcamiento subterráneo, destrozó los centenares de cristales de un edificio de oficinas próximo a la estación del ferrocarril ligero de los Docklands, en South Quay. La policía metropolitana de Londres desplegó un espectacular dispositivo de evacuación además de proceder inmediatamente a desalojar la zona.