Manglano no creía actuar fuera de la ley

El entonces director del Cesid, Emilio Alonso Manglano, declaró el 27 de junio ante la juez que nunca pensó que la grabación de conversaciones privadas por el Gabinete de Escuchas del centro fuese ilegal. "En ningún momento se planteó el declarante que era ilícito el método de trabajo que se utilizaba. Los servicios jurídicos del Cesid [nunca] le advirtieron que los sistemas de barrido pudieran tener problemas de ilicitud", aseguró.Manglano insistió en que el objetivo del Cesid era "el análisis del espectro radioeléctrico" y la búsqueda de comunicaciones "de servicios extranjeros, terrorismo y...

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El entonces director del Cesid, Emilio Alonso Manglano, declaró el 27 de junio ante la juez que nunca pensó que la grabación de conversaciones privadas por el Gabinete de Escuchas del centro fuese ilegal. "En ningún momento se planteó el declarante que era ilícito el método de trabajo que se utilizaba. Los servicios jurídicos del Cesid [nunca] le advirtieron que los sistemas de barrido pudieran tener problemas de ilicitud", aseguró.Manglano insistió en que el objetivo del Cesid era "el análisis del espectro radioeléctrico" y la búsqueda de comunicaciones "de servicios extranjeros, terrorismo y otras modalidades de delincuencia". Sólo aleatoriamente, según su testimonio, se captaron conversaciones privadas, sin que existiera el propósito de "obtener información que pudiera atentar al derecho personal".El director del Cesid, que quedó en libertad bajo fianza de un millón de pesetas tras declarar como imputado, dijo que "advirtió al Rey de que había aparecido una conversación de él, así como también a Fernández Ordóñez, ya que le alertó de lo indiscreto y frágil que era el medio de la telefonía móvil a cuyo uso era muy aficionado". Agregó que le consta que otros organismos disponen de este tipo de aparatos, en concreto servicios extranjeros, embajadas y empresas de seguridad privada".

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Según Manglano, "Perote desempeñaba labores muy delicadas que exigían confianza y había rumores de que su conducta en algunos momentos adolecía de ligereza". No obstante, cuando se marchó del centro con 1.200 microfichas, "a ninguna persona del Cesid le cabía la sospecha de que Perote se hubiese podido quedar con copias".

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