Tribuna:

Magnanimidad

Hace unos días salieron de Ceuta, con dirección a la Península, cincuenta inmigrantes "que no participaron en la batalla campal": probablemente tuvieron más paciencia, más inteligencia y más suerte (eso sobre todo) que sus compañeros rebeldes, aquellos que se vieron inmersos en la refriega ceutí. Es curioso ese énfasis de las noticias para resaltar que "no participaron": son negros, pero de los buenos, dice el mensaje subliminal. Y también: si eres bueno, a lo mejor hasta te dejamos entrar en el paraíso. Un argumento dudoso, porque los inmigrantes llevaban en Ceuta un par de años...

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Hace unos días salieron de Ceuta, con dirección a la Península, cincuenta inmigrantes "que no participaron en la batalla campal": probablemente tuvieron más paciencia, más inteligencia y más suerte (eso sobre todo) que sus compañeros rebeldes, aquellos que se vieron inmersos en la refriega ceutí. Es curioso ese énfasis de las noticias para resaltar que "no participaron": son negros, pero de los buenos, dice el mensaje subliminal. Y también: si eres bueno, a lo mejor hasta te dejamos entrar en el paraíso. Un argumento dudoso, porque los inmigrantes llevaban en Ceuta un par de años, hacinados, jeringados y olvidados, y si ahora han entrado cincuenta es gracias al follón organizado por los rebeldes. 0 sea, gracias a la agresividad, no a la docilidad.Pero ¿qué agresividad? Creo que . los sucesos de Ceuta han sido un perfecto ejemplo del racismo elemental que nos habita. Porque es racismo la sospechosa, instantánea y acalorada unanimidad con que todos los medios de comunicación adjudicaron a los inmigrantes (a los negros malos) la autoría del disparo que hirió al policía, mientras que la noticia de que la bala pertenecía a otro policía salió muchos días después, y en pequeñito. Y es racismo hablar tanto de la violencia de los inmigrantes, pero muy poco de la de su situación y prácticamente nada de todos esos ceutíes que, cuando la refriega, se lanzaron entusiásticamente a la calle a apalear negros. Los inmigrantes descalabrados terminaron en la cárcel y deben de seguir ahí; los blancos linchadores están libres y sin cargos, y supongo que el pueblo agradecido les construirá una estatua. Ahora, varias semanas después, sin habernos responsabilizado de lo que pasó, admitimos en la Península a cincuenta negros de los buenos mientras llenamos Ceuta de alambradas. Somos encantadores y magnánimos.

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