LA SEMANA EN ROCK

El pasado de los 'barones'

Es una pandilla de seis fugitivos que adoran tocar y divertirse a horas destempladas. Su nombre es M-Clan son casi tres años los que el grupo murciano está pateando pequeños locales de todo el país. En formato eléctrico son un torbellino de vitalidad, pero en su último acercamiento a la capital se dispusieron sin vatios para ofrecer una magnífica doble sesión: primero para el estreno de Canal 28 y después en el marco del club Honky Tonk.Apasionado del rock de los setenta, M-Clan interpreta temas de Kiss, Led Zeppelin, Lynyrd Skynyrd o Peter Frampton con una calidad muy destacable. No ha...

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Es una pandilla de seis fugitivos que adoran tocar y divertirse a horas destempladas. Su nombre es M-Clan son casi tres años los que el grupo murciano está pateando pequeños locales de todo el país. En formato eléctrico son un torbellino de vitalidad, pero en su último acercamiento a la capital se dispusieron sin vatios para ofrecer una magnífica doble sesión: primero para el estreno de Canal 28 y después en el marco del club Honky Tonk.Apasionado del rock de los setenta, M-Clan interpreta temas de Kiss, Led Zeppelin, Lynyrd Skynyrd o Peter Frampton con una calidad muy destacable. No hay que perder de vista su repertorio propio, ya registrado en la soñada localidad de Memphis y que espera publicación en enero.

Si M-Clan tiene futuro, Barón Rojo tiene, sobre todo, pasado. Son muchos los que ignoran la actual existencia de aquella banda exportadora del primer heavy rock interpretado en español. De la formación original, la más relevante en su género de cuantas ha dado nuestro país, solamente permanecen los hermanos De Castro, quienes superan los 20 años agarrados a las guitarras.

Hace tres años que los nuevos Barones no editan material nuevo, pero no han dejado de actuar allá donde se les reclame. Con Madrid, su ciudad, guardaban las distancias, debido a algún patinazo Oe hace meses. Pero no hay rechazo hacia su figura, y el anuncio de su reaparición provocó el lleno total.

De oficio, aunque no de éxito, puede también hablarse en el caso de Ñu. En la temporada de su vigésimo aniversario, el fundador, José Carlos Molina, defiende la continuidad del grupo a golpe de concierto. Se le acusa de practicar un rock trasnochado, y ciertamente conserva enormes distancias sobre la evolución del género. No es menos cierto que la música del grupo resulta singular, como puede comprobarse en el reciente doble compacto que celebra la efeméride. Ñu es como un islote orgulloso de su aislamiento, un espacio cerrado donde su dirigente se encuentra cómodo y a refugio de una realidad que rechaza. Y todavía queda un público, aunque minoritario, que aprecia su vida bajo caparazón.

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