CRISIS POLÍTICA

González, en la Sala Segunda: "Aquí hace más frío"

Apenas fue un momento, pero Felipe González entró ayer, efectivamente, en la Sala Segunda del Supremo. Juan Alberto Befloch y otros altos cargos del Ministerio de Justicia e Interior le estaban explicando que la amplitud del Salón de Pasos Perdidos, donde se celebraba la recepción, no había, permitido dotarle de aire acondicionado, como a todas las salas de audiencias del Supremo. A su lado, abierta de par en par estaba la amplia puerta de la Sala Segunda, y le invitaron a comprobarlo. El presidente traspasó el umbral, miró hacia arriba y sentenció: "Sí, aquí hace más frío".A propósito o no, G...

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Apenas fue un momento, pero Felipe González entró ayer, efectivamente, en la Sala Segunda del Supremo. Juan Alberto Befloch y otros altos cargos del Ministerio de Justicia e Interior le estaban explicando que la amplitud del Salón de Pasos Perdidos, donde se celebraba la recepción, no había, permitido dotarle de aire acondicionado, como a todas las salas de audiencias del Supremo. A su lado, abierta de par en par estaba la amplia puerta de la Sala Segunda, y le invitaron a comprobarlo. El presidente traspasó el umbral, miró hacia arriba y sentenció: "Sí, aquí hace más frío".A propósito o no, González conjuró ayer un montón de maleficios sin dejar de llenar la cesta de los recolectores de morbo. Acudió al Palacio de Justicia en respuesta a la invitación del Tribunal Supremo para que asistiese a la inauguración de las nuevas de sendencias. Estrechó protocolariamente la mano del magistrado instructor del caso GAL, Eduardo Moner, entre docena de otros instantes de la Sala de Gobierno del alto tribunal vistió su toga, de abogado, la más negra de todas, desprovista, de escudos, collares y cruces de San Raimundo de Peñafort. Asistió a la recepción en un segundo plano, discretamente separado del núcleo de acompañantes del Rey y siempre junto a la puerta de la Sala Segunda del Supremo, en la que incluso acabó penetrando brevemente.

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También le enseñaron la Sala Segunda al Rey, que se admiró del esplendor de los estrados y bromeó diciendo que había quedado más bonita incluso que su propio palacio.

El juez Moner fue el otro Polo. de atracción. Los fotógrafos llevaban horas esperando el momento de su encuentro con González. Pero entre ambos todo se redujo a un rutinario apretón de manos, sin el más mínimo gesto significativo. Más tarde, Moner, todo discreción y afabilidad, aseguraba, antes de que le preguntasen, que no había cambiado una palabra con González en toda la mañana.

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