Reportaje:

La casa de la momia

Fetos y monstruos en formol rodean a la presunta hija de Ramsés II en la Complutense

La momia que el egiptólogo Esteban Llagostera cree hija del faraón Ramsés Il reposa, desde 1951, en el museo de Anatomía de la facultad de Medicina de la Complutense, rodeada de objetos sorprendentes e historias de cuento. A la izquierda de la urna donde, bien conservada, yace supuestamente Isis (así se llama, o se llamaba, para Llagostera, la princesa egipcia) se encuentra la momia "de la hija de Velasco", según reza la nota explicativa. El tal Velasco, sostienen los profesores de la facultad, era un sujeto extravagante: cuando su hija, a finales del XIX, murió de tuberculosis, su padre, cate...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La momia que el egiptólogo Esteban Llagostera cree hija del faraón Ramsés Il reposa, desde 1951, en el museo de Anatomía de la facultad de Medicina de la Complutense, rodeada de objetos sorprendentes e historias de cuento. A la izquierda de la urna donde, bien conservada, yace supuestamente Isis (así se llama, o se llamaba, para Llagostera, la princesa egipcia) se encuentra la momia "de la hija de Velasco", según reza la nota explicativa. El tal Velasco, sostienen los profesores de la facultad, era un sujeto extravagante: cuando su hija, a finales del XIX, murió de tuberculosis, su padre, catedrático de Anatomía, la embalsamó. Es más, durante algún tiempo Velasco aireó el cadáver de su hija por el Paseo de Recoletos en un carruaje. Posteriormente donó el cuerpo al museo.El cadáver de "la hija de Velasco" no es la única pieza original existente en este museo lleno de surrealismo que sirve, a la vez, de aula. El ala izquierda está completamente tapizada de cráneos finiseculares, recogidos, uno a uno, por Federico Oloriz, emblemático profesor de Anatomía del último tercio del siglo pasado. Cada cráneo lleva anotado un número y está ahí por algo, ya que representa una particularidad anatómica. O una particularidad de cualquier otro tipo: una de las calaveras tiene un clavo atravesado. La nota informativa advierte que su poseedor fue "probablemente ajusticiado".

También el concienzudo profesor Oloriz recogió e introdujo en botes llenos de formol un buen de pedazos de cuerpos. Uno puede observar de cerca una cabeza de alguien que parece mirar a su vez al espectador y cuya barba siguió creciendo después de muerto. Hay también fetos diminutos con un cerebro de ratoncillo. O fetos deformes con dos cabezas. O con un solo ojo. Sin formol, se conserva en uno de los estantes el pene disecado ¡de un soldado que murió en la Batalla de Lepanto!

Pero, sin lugar a dudas, hoy por hoy, la estrella de este museo fenomenal, visitable y gratuito (antes hay que llamar al teléfono 394 13 39) es la momia egipcia que saltó el martes a la fama. Su cuerpo llegó a España en 1885. Un curioso documento conservado por la universidad, escrito ese mismo año por un tal Leopoldo Pombo, describe la escena en la que, tras despojar a la princesa de la máscara de oro que le cubría el rostro, Eduard Toda, por entonces cónsul español en Egipto, dona la momia a la Complutense. Pombo describió en el acta desde el olor "a benjuí, a incienso y a mirra" de las vendas que envolvían a la momia hasta los dibujos que adornaban el Sarcófago. Incluso, sin venir a cuento, Pombo añade que él mismo sacó "sobresaliente" en un examen de Anatomía. Eso sí, el cronista olvidó especificar qué pasó con la valiosa máscara de oro.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Archivado En