Crítica:MÚSICA

El cuartel del sargento Pepper

¡Uno, dos, tres, cuatro! ¡Paso ligero! ¡Yo te lo mando!", susurraba dulcemente Javier Álvarez. Un ejército de 2.000 insumisos de ambos sexos coreaba sin ira y con ternura. Más que protesta, aquello parecía una oración. Algunos se pasaron la parada retozando al borde de la felicidad; otros desfilaban a ritmo de rock and roll. El Cuartel del Conde Duque fue tomado durante dos horas por las huestes floridas del sargento Pepper. No había artilleros; todo era infantería, incluso infancia. Ahora bien, la sensibilidad no entiende de edades. Y el talento, tampoco.Javier Álvarez está confirmando...

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¡Uno, dos, tres, cuatro! ¡Paso ligero! ¡Yo te lo mando!", susurraba dulcemente Javier Álvarez. Un ejército de 2.000 insumisos de ambos sexos coreaba sin ira y con ternura. Más que protesta, aquello parecía una oración. Algunos se pasaron la parada retozando al borde de la felicidad; otros desfilaban a ritmo de rock and roll. El Cuartel del Conde Duque fue tomado durante dos horas por las huestes floridas del sargento Pepper. No había artilleros; todo era infantería, incluso infancia. Ahora bien, la sensibilidad no entiende de edades. Y el talento, tampoco.Javier Álvarez está confirmando los buenos augurios con que fue recibido hace unos meses su primer álbum, La edad del porvenir, del que ya se han vendido 50.000 copias. Suena a todas horas en radios y bares. Su irrupción ha sido fulgurante: en menos de un año, ha pasado del metro a las listas de éxitos sin romperse ni mancharse. En directo, convierte la sencillez en un placer sosegado. Javier Álvarez y su tropa de seguidores son gente tranquila y perpleja que rinde culto a la belleza y a la suavidad.

Javier Alvárez

Javier Álvarez (voz y guitarra), Richie Ferrer (contrabajo), Larry Martin (batería), Gonzalo Lasheras y José Encinas (guitarras), Joxan Goikoetxea (acordeón) y Ana Serrano y Nieves Arilla (coros). Cuartel del Conde Duque, Madrid. 2 de septiembre.

Como pez en el agua

El cantante se desenvuelve en el escenario como pez en el agua. El sonido y el ritmo han sido cuidados meticulosamente. Y a los instrumentistas -magníficos- se les nota que gozan en el escenario. Musicalmente, Álvarez es un barroco con muchas querencias. Nada le es ajeno, pero sabe dosificar las múltiples influencias que le fascinan. El público cantó con él durante todo el concierto. Se saben las canciones y se identifican con esas historias diáfanas. Los bises fueron clamorosos. Un cierto aroma hippy se adueñó de la noche. Javier Alvarez no precisa de etiquetas. Simplemente, es un artista.

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