Editorial:

La economía, bien

LAS SEÑALES sobre la evolución de la economía española aportadas por los registros de inflación y paro conocidos ayer son favorables. Incluso muy favorables si se considera que al mantenimiento de un fuerte crecimiento del empleo se une una variación nula del índice de precios que sitúa la tasa interanual en el 4,7%, significativamente por debajo del 5,1% del mes pasado y ya en la senda descendente que se esperaba para la segunda mitad del año.Es cierto que del análisis de ese índice se deduce una contribución fundamental de los dos capítulos más volátiles -los alimentos frescos y la energía-,...

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LAS SEÑALES sobre la evolución de la economía española aportadas por los registros de inflación y paro conocidos ayer son favorables. Incluso muy favorables si se considera que al mantenimiento de un fuerte crecimiento del empleo se une una variación nula del índice de precios que sitúa la tasa interanual en el 4,7%, significativamente por debajo del 5,1% del mes pasado y ya en la senda descendente que se esperaba para la segunda mitad del año.Es cierto que del análisis de ese índice se deduce una contribución fundamental de los dos capítulos más volátiles -los alimentos frescos y la energía-, excluidos, por tanto, de la denominada inflación subyacente, más directamente expresiva de las tendencias a largo plazo: ese núcleo duro de los precios ha repetido su tasa interanual, situándose en el 5,2%. Los precios de los servicios siguen constituyendo el principal obstáculo a la reconducción de ese desequilibrio hacia niveles próximos a la tasa media de inflación de los principales países de la UE, inferior al 3%. Dada la repercusión de la subida del IVA y algunos impuestos especiales en los precios durante el primer trimestre de este año, es posible que incluso acabando el año en tomo al 4,5% la inflación se sitúe en 1996 en la senda del objetivo del 3%. Conspira contra ese objetivo, de todas formas, la resistencia de los bienes industriales no energéticos, situados ahora en el 4,3%, a recuperar los niveles vigentes hasta el primer trimestre de este año (3,2%). La tasa de variación interanual de los servicios, el 5,4%, recuerda que el otro problema específico de los precios españoles es la falta de competencia en ese sector.

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Con todo, esa significativa reducción en el IPC durante julio debería neutralizar algunos efectos adversos, derivados de la tendencia a la indiciación de otros precios y rentas. Conocido es el favorable efecto que la moderación de los salarios está teniendo en la positiva evolución del mercado de trabajo, de la que hemos vuelto a tener constancia en las cifras de paro registrado durante julio. Por sexto mes consecutivo, el número de personas inscritas en las oficinas del Inem ha descendido, en este caso en 65.345, Situando el número de parados a finales de ese mes en 2.364.000, un 15,19% de la población activa. El descenso en todos los sectores de la economía -especialmente destacado en los servicios- y, su extensión a la totalidad de las comunidades autónomas refuerza ese carácter favorable. Junto a ello, el importante aumento de las colocaciones de ese mes ha contribuido a ese aumento del 37% en estos siete primeros meses del año, en comparación con los mismos del año pasado.

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De las consideraciones que el Banco de España hacía en su último informe trimestral sobre la economía española se deduce la existencia de condiciones para que se mantenga en los próximos meses esa tendencia favorable. La persistencia en la debilidad del consumo privado -el aumento correspondiente de la propensión al ahorro- y el dinamismo de la inversión privada, que seguían caracterizando el patrón de crecimiento de la economía hasta el pasado junio, deberían favorecer la continuidad en el descenso de los precios y la reducción del desempleo. Una base propiciadora de la recuperación de la confianza de los agentes económicos, aunque en modo alguno con la firmeza suficiente. La evolución del déficit y de la deuda pública constituyen ahora el principal centro de atención, y su reducción, la condición que puede posibilitar la necesaria mejora en las condiciones financieras de la economía. En mayor medida que sobre la reducción de la inflación y del desempleo, el Gobierno y los partidos, políticos pueden actuar sobre ese tercer desequilibrio, cuya inflexión es de todo punto necesaria para que esas alentadoras señales consoliden una senda de estabilidad. Un ejercicio de responsabilidad política al que se enfrentan unos y otros.

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