Crítica:CANCIÓN

Con un par

Hay que tener un par de corajes para hacer lo que hizo Silvio Rodríguez en Las Ventas: sin otro acompañamiento que su guitarra, embrujó durante tres horas a más de 15.000 personas. Pura magia, intensa emoción, total compenetración de artista y público. Ni trampa ni cartón. El cantante cubano. destapó el tarro de las esencias y lo desparramó con generosidad durante la noche.Agazapado en un ascetismo trapense, estuvo sencillamente espléndido. Lo mismo se puede decir de su público, porque Dios los cría y ellos se juntan. Había gente de todas las edades, con predominio de juventud y de mujeres. De...

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Hay que tener un par de corajes para hacer lo que hizo Silvio Rodríguez en Las Ventas: sin otro acompañamiento que su guitarra, embrujó durante tres horas a más de 15.000 personas. Pura magia, intensa emoción, total compenetración de artista y público. Ni trampa ni cartón. El cantante cubano. destapó el tarro de las esencias y lo desparramó con generosidad durante la noche.Agazapado en un ascetismo trapense, estuvo sencillamente espléndido. Lo mismo se puede decir de su público, porque Dios los cría y ellos se juntan. Había gente de todas las edades, con predominio de juventud y de mujeres. De vez en cuando, el cantante callaba para dar protagonismo a las voces polífonas de la multitud. Y aquello sonaba como una coral gigante. Mandó el sosiego, pero hubo constantes guiños a la alegría de vivir y compartir. Muchas parejas permanecieron toda la velada abrazadas en perenne arrumaco, al borde del éxtasis. Algunos solitarios se tumbaron en la arena mirando al cielo, acaso añorando ausencias.

Silvio Rodríguez

Voz y guitarra: Silvio Rodríguez. Plaza de las Ventas. Madrid, 14 de julio.

Todo lo sublime tiene algunas gotas de despropósito. Silvio Rodríguez adoba su espectáculo con evidentes aliños de locura erasmiana. Incluso lo declara explícitamente: "Que el cielo me libre de la cordura... Si no creyera en la locura, en el delirio, en mi silencio, ¿qué cosa fuera?".

Poeta de largo alcance

Silvio Rodríguez es un soberbio compositor y un poeta de largo alcance. Batallones de músicos y cantautores han bebido de sus fuentes. Algunas de sus canciones son ya clásicas en la música popular, espléndidos himnos de varias generaciones. Por citar algunas: Te doy una canción, El unicornio, Desnuda y con sombrilla, Una mujer con sombrero, El reparador de sueños. Es barroco y, a la vez, escueto como un aforismo: "Las verdades esenciales caben en el ala de un colibrí". Y tuvo un detalle que levantó apasionadas ovaciones: cantó Yolanda, de Pablo Milanés. Quizá es incierto el supuesto distanciamiento entre los dos máximos exponentes de la Nueva Trova.

Obsequió al respetable con muy agradables sorpresas: invitó al escenario al cubano Vicente Feliú y a la folclorista venezolana Cecilia Todd. Y, cómo no, a su colega y amigo Luis Eduardo Aute, otro que tal baila, otro fascinador de multitudes amantes al alba, e incluso por la noche.

La gente no quería marchar de la plaza. Incluso los técnicos y los desmontadores del escenario le escuchaban absortos pidiéndole que cantara más. Los ciudadanos que van a ver a Silvio Rodríguez son esponjas que asumen de igual modo a Dios y al diablo; mañana aclaman a los Rolling Stones y se quedan tan panchos. Noche feliz, inolvidable. Con un par.

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