Editorial:

Tensión asesina

UN GUARDIA municipal asesinado, cuatro huérfanos más que anotarse en su siniestra contabilidad. Dos meses después del intento de asesinato de Aznar, el atentado de ayer en Madrid, en una céntrica calle peatonal, a las puertas de unos grandes almacenes y junto a una concurrida parada de autobuses, se inscribe en la estrategia de la tensión con que el terrorismo trata de incidir en la crisis política actual. El efecto buscado es siempre el mismo: provocar reacciones exaltadas por parte de la población -"hay que acabar con ellos como sea"- que propicien respuestas ilegales por parte del ...

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UN GUARDIA municipal asesinado, cuatro huérfanos más que anotarse en su siniestra contabilidad. Dos meses después del intento de asesinato de Aznar, el atentado de ayer en Madrid, en una céntrica calle peatonal, a las puertas de unos grandes almacenes y junto a una concurrida parada de autobuses, se inscribe en la estrategia de la tensión con que el terrorismo trata de incidir en la crisis política actual. El efecto buscado es siempre el mismo: provocar reacciones exaltadas por parte de la población -"hay que acabar con ellos como sea"- que propicien respuestas ilegales por parte del aparato del Estado.Hoy sabemos que si esa estrategia es incapaz de hacer avanzar causa alguna, excepto la de la intolerancia, sí resulta eficaz como factor deslegitimador del Estado democrático. Su debilidad actual es en buena medida consecuencia de las respuestas ilícitas dadas a las provocaciones terroristas: de los GAL a los fondos reservados o las escuchas ilegales, el terrorismo fue siempre la gran coartada.

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Pero el rechazo a esas respuestas implica la exigencia de respuestas legítimas: no es posible la pasividad frente a los desmanes de los aprendices de fascistas que al grito de "ETA, mátalos" agreden a concejales, impiden concentraciones pacíficas contra el secuestro de Aldaya o amenazan de muerte a políticos y periodistas. Los jueces deben actuar con la fuerza de la razón y el peso de la ley.

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