Lleno contra pintadas

Guateles / Espartaco, Jesulín, Rivera

Toros de Los Guateles, de aceptable presentación y en general justos de fuerza, manejables.



Espartaco:
oreja y ovación. Jesulín de Ubrique: oreja y silencio. Rivera Ordóñez, nuevo en esta plaza: oreja y dos vueltas; ovación.



Plaza Monumental,
11 de junio. Cerca del lleno.

Debe haber algun antitaurino en Barcelona que sabe algo de esto de los toros, porque sólo plasma sus pintadas en los muros de la Monumental cuando se anuncia un buen cartel y se barrunta una ciert...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Guateles / Espartaco, Jesulín, Rivera

Toros de Los Guateles, de aceptable presentación y en general justos de fuerza, manejables.

Espartaco: oreja y ovación. Jesulín de Ubrique: oreja y silencio. Rivera Ordóñez, nuevo en esta plaza: oreja y dos vueltas; ovación.

Plaza Monumental, 11 de junio. Cerca del lleno.

Debe haber algun antitaurino en Barcelona que sabe algo de esto de los toros, porque sólo plasma sus pintadas en los muros de la Monumental cuando se anuncia un buen cartel y se barrunta una cierta expectación. Así sucedió en esta ocasión y la respuesta del público fue contundente: llenar la plaza.La corrida de Los Guateles, con cuajo y no aparatosa de defensas, o sea una corrida de las que suelen matar las figuras en las plazas de primera. Su juego fue un tanto desigual, con tres toros con clase (primero, segundo y quinto), aunque muy justos de fuerza. El cuarto tuvo peligro y tercero y sexto llegaron al último tercio prodigando tornillazos, defecto más acentuado en el que cerro plaza.

Espartaco ofreció dos facetas de su actual momento. El primero era muy noble, pero muy flojo, y el de Espartinas lo templó con exquisitez en una faena limpia e inteligente, en la que supo muy bien que no podía abusar de cruzarse ni de obligar al animal, porque éste hubiese acabado rodando por la arena. El cuarto esperó una barbaridad en banderillas, poniendo en apuros a los avezados miembros de su cuadrilla. Con un toro probón, distraido, muy aplomado y más pendiente del torero que de la muleta, Espartaco podía haber echado las tres cartas y no lo hizo. Estuvo valeroso y hasta cogió la mano izquierda, justificándose plenamente.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En