Tribuna:

Modelos del habla

Pregunté hace poco a un amigo, profesor de lengua Y literatura española en un instituto de bachillerato, si él compartía la extendida idea entre las personas mayores de que una considerable mayoría de los adolescentes. y jóvenes es pañoles actuales se expresa muy pobremente. Me respondió inmediatamente que sí, que muchos se muestran incapaces de cambiar de código, de adaptarse a las variadas situaciones del habla que viven a diario, de salir de ese lenguaje eminentemente argótico en que acaba atrapándolos el código de la pandilla, de los amiguetes. Me explicó que los hábitos línguísticos adqu...

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Pregunté hace poco a un amigo, profesor de lengua Y literatura española en un instituto de bachillerato, si él compartía la extendida idea entre las personas mayores de que una considerable mayoría de los adolescentes. y jóvenes es pañoles actuales se expresa muy pobremente. Me respondió inmediatamente que sí, que muchos se muestran incapaces de cambiar de código, de adaptarse a las variadas situaciones del habla que viven a diario, de salir de ese lenguaje eminentemente argótico en que acaba atrapándolos el código de la pandilla, de los amiguetes. Me explicó que los hábitos línguísticos adquiridos en ese cerrado círculo amical se trasladan sin solución de continuidad al ámbito familiar, a la clase, a la cervecería, al polideportivo,, a las salas de cine, a la consulta del médico...Mi amigo lingüista cree que probablemente una de las principales causas del problema resida en el "escaso prestigio que tiene en estos tiempos el expresarse bien". Me contó qué el adolescente que llega a la enseñanza secundaria con un buen nivel de comunicación oral, en cuanto percibe que su riqueza expresiva es objeto del choteo colectivo, renuncia inmediatamente a ella en aras de una mejor integración en el grupo. Su habla, así, se empobrece voluntaria, mente. Y no sólo en el ámbito escolar; también en el resto de las situaciones de comunicación, a las que acabará trasladando el código impuesto por sus iguales.

Otra causa de la supuesta degradación del habla estudiantil la encuentra en la pobreza de los modelos de comunicación oral. Opina que el problema es "especialmente, grave entre ciertos comentaristas deportivos, de quienes muchos jóvenes son, hoy asiduos escuchadores". En ese campo, según ni¡ purista amigo, todo vale. El anglicismo gratuito (final four, por ejemplo, de rabiosa actualidad); el empecinamiento en la inadecuada ese final en la desinencia de la segunda persona del indefinido (regateastes); la incomprensible y cómica confusión entre "hacer agua" y "hacer aguas"; el de queismo (pienso de que....) y el vicio contrario (tengo la impresión que....), o la sistemática sustitución del sustantivo por su metáfora: el "esférico", el "cuero"... "Observa, además, ese horrendo soniquete que adoptan hoy casi todos los comunicadores orales, no sólo los deportivos. Hacen las pausas en cualquier lugar de la oracion, convirtiendo los puntos en comas y las comas en puntos. De ese modo, sujetos y predicados de oraciones encadenadas a toda, velocidad bailan confusos por las ondas sin que el receptor del mensaje entienda absolutamente nada", lamentaba el profesor al borde ya de la lágrima.

Después me hizo reparar en algo que él considera "un síntoma más del desprestigio actual del buen hablar y, del buen decir". "¿Has visto cómo ridiculizan al entrenador de fútbol Jorge Valdano?", me preguntó visiblemente. irritado. En su opinión, el choteo que algunos habladores deportivos se traen con él guarda relación directa, no con los resultados de su trabajo como preparador de un equipo de fútbol, sino con la evidente destreza de que hace gala al comunicarse. Y, aunque sospecha que también pueda influir en aquella actitud descalificadora "su condición de latinoamericano e incluso sus inclinaciones políticas" sostiene tozudamente que "lo que peor sienta a los inveterados críticos de Valdano es el hecho, al parecer imperdonable, de que habla bien". Le subleva que le llamen (él cree que con retintín) "profesor",, "fllósofo", "rapsoda", ,poe ta", "catedrático" o, más abruptamente, "pedante".

Ni que decir tiene que, por solidaridad profesional, yo intenté tranquilizarle, decírle que exageraba. Pero él me interrumpió definitivamente abatido: "Encima, la escasez de lecturas de muchos de los que les escuchan a diario, ayunos también, por tanto, de buenos modelos de lenguaje escrito, nos complica todavía más el problema a los profesores".

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