Crítica:

Se está quemando su piel

Rocío Jurado

Historia de una estrella. Orquesta del teatro Calderón dirigida por Manuel Gas. Ballet Clásico Español

Alhambra. Con la colaboración del guitarrista Enrique de Melchor y su cuadro flamenco. Director artístico: José Luis Moreno. Teatro Calderón. Madrid, 18 de abril.

El espectáculo se había estrenado la semana pasada, pero se presentó oficialmente el martes con la sala abarrotada de celebridades. Y se armó la marimorena, el delirio, casi la consternación. A los acordes de una potente orquesta de 28 profesores, se levanta el telón y el respetable em...

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Rocío Jurado

Historia de una estrella. Orquesta del teatro Calderón dirigida por Manuel Gas. Ballet Clásico Español

Alhambra. Con la colaboración del guitarrista Enrique de Melchor y su cuadro flamenco. Director artístico: José Luis Moreno. Teatro Calderón. Madrid, 18 de abril.

El espectáculo se había estrenado la semana pasada, pero se presentó oficialmente el martes con la sala abarrotada de celebridades. Y se armó la marimorena, el delirio, casi la consternación. A los acordes de una potente orquesta de 28 profesores, se levanta el telón y el respetable emite el primer aullido colectivo. Rocío (ampulosa, blanca, inmensa) está plantada en lo alto de una escalinata de coreografía hollywoodense. Soy de España, canta como prólogo y declaración de principios. De inmediato, por la pantalla comienzan a desfilar toreros, giraldas, procesiones, peinetas y flamencos. Al mismo tiempo, por todos los rincones del escenario salen bailarinas con bata de cola y bailarines remedando verónicas y pases de pecho. Ella es barroca y propende a la desmesura. José Luis Moreno, director artístico, le ha preparado un. montaje entre rococó, churrigueresco, Cecil B. De Mille y mucho caramelo. Ella es tan potente que sobresale por encima del tinglado.En la primera parte, hizo un brillante homenaje a la copla tradicional, incidiendo con regusto en lo taurino. Una primera constación: Rocío Jurado está que lo rompe. Su voz es más torrente que nunca. Y tiene más ganas que una debutante. Sabe que cualquier guiño, cualquier gesto, cualquier insinuación, son respondidos automáticamente por el clamor de la masa. Cuando cantó Un rojo clavel, se mesó las melenas y se acarició los senos: está quemando mi piel".

El espacio dedicado al flamenco fue lo más importante del espectáculo. A la guitarra Enrique de Melchor, que estuvo sembrado. Interpretaron tangos, fandangos, granaínas, clamorosas saetas y una bulería apoteósica, Qué no daría yo.

Al público le apasiona la Rocío pecadora y morbosa de los temas de Manuel Alejandro. "Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo", gritaba la diva. Y la gente se la comía. Y cantó Señora encarándose como una leona herida a un abrigo de visón ubicado adecuadamente en una butaca. Como un sueño espasmódico. Plantes y desplantes, arrebatos, fugas percheronas, amenazas, órdenes tajantes y despechos se: conjugan con autocaricias en las partes más. secretas de su cuerpo. Terminó con un pasodoble dedicado a Ortega Cano, su José del alma.

Historia de una estrella es un banquete para los adictos a la cantante. Pero los descreídos y los agnósticos se pueden quedar también de piedra, anonadados.

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