Editorial:

Manos libres para Fujimori

LA ABRUMADORA victoria. del presidente peruano, Alberto Fujimori, en las elecciones generales del domingo sólo es una sorpresa por la amplitud de la misma. A la espera del escrutinio definitivo, supera todas las previsiones y apaga en gran medida los. ecos del fraude abortado en la ciudad de Huánuco. El movimiento que respalda a Fujimori, Cambio 90-Nueva Mayoría, se encamina hacia la mayoria absoluta en el Congreso y contará, por tanto, con pleno control sobre las futuras leyes y políticas. Otorga manos casi libres a un presidente que previamente se había tomado libertades que no le correspond...

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LA ABRUMADORA victoria. del presidente peruano, Alberto Fujimori, en las elecciones generales del domingo sólo es una sorpresa por la amplitud de la misma. A la espera del escrutinio definitivo, supera todas las previsiones y apaga en gran medida los. ecos del fraude abortado en la ciudad de Huánuco. El movimiento que respalda a Fujimori, Cambio 90-Nueva Mayoría, se encamina hacia la mayoria absoluta en el Congreso y contará, por tanto, con pleno control sobre las futuras leyes y políticas. Otorga manos casi libres a un presidente que previamente se había tomado libertades que no le correspondían.Este triunfo ofrece al controvertido gobernante una oportunidad única para recuperar la legitimidad perdida en el autogolpe de abril de 1992 y proceder en democracia a un equitativo desarrollo del empobrecido país andino. La catástrofe electoral de los partidos tradicionales y la manifiesta superioridad demostrada por Fujimori indican que la gestión radical y el personalismo autoritario del ingeniero de origen japonés cuenta con el apoyo o al menos la comprensión de la mayoría de este pueblo sometido a cíclicas estafas y fracasos de la demagogia caudillista y de las formaciones políticas que la sustentaron.

Este masivo apoyo popular no debe, sin embargo, hacer olvidar el manifiesto desprecio del jefe del Estado hacia las instituciones, el pluralismo y la consulta. Tampoco debe servir para condenar al olvido el autogolpe que le dio una situación privilegiada para afrontar estos comicios ni las investiga ciones sobre las circunstancias en que 3.000 actas electorales, con 600.000 votos en sus dictados, pudieron ser escamoteadas del depósito. central del Jurado Nacional de elecciones y quedaron dispuestas para su falsificación y posterior inclusión en el escrutinio. Este último hecho reforzó las fundadas sospechas de que fraudes similares pudieron haber eludido la acción fiscalizadora civil, sobre todo en aquellas regiones sujetas a la discrecionalidad de la autoridad civil que combate al grupo Sendero Luminoso, y cuya jefatura nunca ocultó su incondicional apoyo a su j9fé Fujimori.

A pesar de todo, la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo pronunciamiento sobre la maniobra de trucaje mereció la censura de los principales candidatos de la oposición, entre ellos Javier Pérez de Cuéllar, anterior secretario general de las Naciones Unidas, ha reconocido la validez de las elecciones y no cree que los abusos o irregularidades observadas hayan desvirtuado la voluntad popular. Pero también ha advertido que la definitiva transparencia de los comicios y la legitimidad de los cargos electos dependerán en buena medida del éxito de las investigaciones en marcha.

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El grupo Transparencia, que desplegó 8.000 observadores, ha refrendado los resultados. Tal como se anticipaba, los peruanos han recompensado sobradamente los éxitos de Fujimori en su lucha contra la guerrilla de Sendero Luminoso y contra la hiperinflación sufrida durante la Administración del Ejecutivo presidido por Alan García. Las ofertas programáticas de sus rivales, que incidían en la recuperación de un auténtico diálogo democrático, mayor sensibilidad social y la atenuación del neoliberalismo económico seguido por Fujimori, fueron ignoradas por una sociedad que parece preferir las prioridades del presidente.

Ahora habrá que ver si tras las elecciones, Fujimori acaba realmente con la excepcionalidad impuesta con el autogolpe y si legitima a la postre estas elecciones con un comportamiento más acorde con criterios democráticos y de respeto a la oposición. Disipar todas estas dudas es la mínima condición exigible para que pueda aceptarse que Fujimori vuelve a convertirse en lo que nunca debió dejar dé ser, un presidente democrático.

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