Crítica:CLÁSICA

Las lecciones de un maestro

Los últimos programas de Ibermúsica me parecen ejemplares y al margen de gran parte de cuanto hoy se escucha, comenta y graba. Una orquesta de tan altas posibilidades' como la Filarmonía y un director auténtico, músico valioso y hombre ajeno a la mitificación y el carisma, nos han. recordado a uno de los grandes creadores del siglo XX: Richard Strauss, figura dentro de una generación como la: de 1871 en la que cuentan Dukai, Busoni, Scriabin, Rasmaninov, Schönberg, Ravel, Falla y Satie.La orquesta de Strauss -su constructivismo narrativo y la estructuración de su sinfonismo a partir del color ...

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Los últimos programas de Ibermúsica me parecen ejemplares y al margen de gran parte de cuanto hoy se escucha, comenta y graba. Una orquesta de tan altas posibilidades' como la Filarmonía y un director auténtico, músico valioso y hombre ajeno a la mitificación y el carisma, nos han. recordado a uno de los grandes creadores del siglo XX: Richard Strauss, figura dentro de una generación como la: de 1871 en la que cuentan Dukai, Busoni, Scriabin, Rasmaninov, Schönberg, Ravel, Falla y Satie.La orquesta de Strauss -su constructivismo narrativo y la estructuración de su sinfonismo a partir del color instrumental- sorprendió a todos, incluso a los menos partidarios de la tendencia, tal es el caso de un Debussy y un Falla. Sawallisch (Múnich, 1923), formado en su ciudad con el compositor Josep Haas, discípulo y asistente de Markevich, colaborador en el piano de Schwarzkopf y Fischer-Dieskau, interesado por la ópera, por el mundo tradicional y el contemporáneo, es maestro de una solidez absoluta, de un rigor que no admite la menor trivialidad estilística y de un talante tan profundamente germano como sustancialmente cosmopolita.

Orquestas del Mundo (Ibermúsica-Caja de Madrid)

Orquesta Filarmonía. Director: W. Sawallisch. Solistas: P. Donohoe,, piano, y R. Watkins, trompa. Obras de Strauss y Schumann. Auditorio Nacional, Madrid, 7 y 8 de marzo.

Sus interpretaciones de Strauss fueron admirables, desde el inicial Macbeth, poema del que el autor realizó dos versiones entre ese año y 1890, hasta Una vida de héroe (1898), pasando por Don Juan según Lenau (1887), Muerte y transfiguración (1889) y Till Eulenspieger (t895), y se completaron con el Concierto en mi bemol, para trompa (1883), en el que, difícilmente se advierte la potencia genial que caracterizaría al compositor bávaro. Mereció la pena, eso sí, seguir la interpretación ágil, segura, virtuosista y depurada de Richard Watkins, concertino de su especialidad en la Filarmonía. Igualmente excelente fue la colaboración en el Concierto en la menor de Schumann, protagonizado. por Peter Donohoc, pianista de finos quilates, juego claro y rica imaginación.

La gran lección fue dictada, desde su talante de catedrático sin vanidad, por Wolfgang Sawallisch, capaz de aunar el espíritu analista a la emoción concentrada y sin añadidos expresivos. Si aceptamos que la. virtud está en el, medio, en la, música como en la justicia, el maestro muniqués ejerció con dignidad y categoría de tribunal supremo sin posible apelación, cosa que, por otra parte, Viene acreditando a lo largo de su importante carrera. El éxito fue muy grande y las propinas brillaron por su ausencia en un gesto que me parece nuevo dato de seriedad.

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