Editorial:

El bienestar de los animales

¿ES EL animal el mejor amigo del hombre? ¿O debe ser el hombre el mejor amigo del animal, más aún que de sus congéneres? La acalorada discusión -sin acuerdo- de los ministros de Agricultura de la Unión Europea (UE) sobre la directiva para "mejorar el bienestar de los animales" cuando son transportados para su engorde o sacrificio parece que nos conduce inevitablemente a replantear incluso los refranes más auténticos y tradicionales.Detrás del debate sobre las condiciones en que se desarrolla el transporte anual de 20 millones de animales vivos dentro de la UE asoman intereses económicos contra...

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¿ES EL animal el mejor amigo del hombre? ¿O debe ser el hombre el mejor amigo del animal, más aún que de sus congéneres? La acalorada discusión -sin acuerdo- de los ministros de Agricultura de la Unión Europea (UE) sobre la directiva para "mejorar el bienestar de los animales" cuando son transportados para su engorde o sacrificio parece que nos conduce inevitablemente a replantear incluso los refranes más auténticos y tradicionales.Detrás del debate sobre las condiciones en que se desarrolla el transporte anual de 20 millones de animales vivos dentro de la UE asoman intereses económicos contradictorios. Todos ellos lógicos, si no se disfrazan de otra cosa. El mercado en discusión es el del engorde final y sacrificio, de mayor valor añadido que la mera crianza ganadera inicial. Algunos países del Sur son importadores netos de animales (Italia adquiere cinco millones de cabezas de los 20 que se transportan en el comercio intracomunitario), y con sus poderosas infraestructuras de matanza e industrias cárnicas se llevan buena parte del beneficio. Por eso son menos sensibles a los largos viajes del ganado desde su origen hasta el matadero. Lo contrario sucede con Alemania, el Reino Unido y otros países del Norte. Estos últimos países quieren reducir las horas de transporte y alegan la mejora en la comodidad del ganado, lo que de hecho redundaría en beneficio de sus industrias de transformación.

El espectáculo es glorioso. Londres, campeona del liberalismo, milita en una cruzada intervencionista singular, que pretende regular incluso la temperatura de la leche con que se alimenta a las reses viajeras. ¿Dónde queda su crítica a la burocracia de Bruselas? En saco roto, entre otras razones porque ésta es más una discusión de ministros que de comisarios. ¿Dónde su campaña desreguladora? Todo indica que el liberalismo bien entendido empieza por el de los demás. Y por el proteccionismo para uno mismo.

Un ridículo, pues, si no fuera escandaloso. Si los Quince acaban aprobando sin más la propuesta de la presidencia francesa, los terneritos tendrán derecho a su vaso de leche calentita, y los cerdos podrán disponer de aire acondicionado, y todos podrán descansar en "moteles para ganado", zonas expresamente acondiciona das junto a las autopistas. Todo por ley. Nada que objetar. Salvo que, mientras tanto, ninguna norma obligará a que los conductores de los camiones deban comer algo más que un bocata frío, a que sus cabinas dispongan de refrigeración y a que deban dormir en cama digna en lugar del habitual camastro. Pero, claro, todo eso sería intervencionismo, gravar los costes del trabajo y atentar contra, la creación de empleo.

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