LA LIDIA - FERIA DE VALDEMORILLO

Tauromaquia de plástico,

La cacareada cubierta de la plaza de Valdemorillo, es un plástico duro colocado sobre un armazón de hierro. De momento no ha valido para nada -salvo para molestar- porque está haciendo una temperatura primaveral, pero cuadra perfectamente con esta tauromaquia plastificada que inventaron con gran provecho Propio unos cuantos desahogados, quienes han alcanzado fama de figuras con sólo moler a derechazos cuantos especímenes derrengados se crian en los predios de Iberia y olé.Se propusieron dar a la neotauromaquia un sentido utilitario, y la utilidad consiste en que los toreros peguen derechazos a...

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La cacareada cubierta de la plaza de Valdemorillo, es un plástico duro colocado sobre un armazón de hierro. De momento no ha valido para nada -salvo para molestar- porque está haciendo una temperatura primaveral, pero cuadra perfectamente con esta tauromaquia plastificada que inventaron con gran provecho Propio unos cuantos desahogados, quienes han alcanzado fama de figuras con sólo moler a derechazos cuantos especímenes derrengados se crian en los predios de Iberia y olé.Se propusieron dar a la neotauromaquia un sentido utilitario, y la utilidad consiste en que los toreros peguen derechazos a destajo. Si malos o buenos, da igual. Llegará un día en que la sanción de las faenas no sea la oreja -peludo apéndice devaluado, pues la corta todo el mundo- sino los puntos. Un estricto recuento al final de la corrida dará ganadores y perdedores, de este tenor: Morenito de Ruibamba: 421 derechazos;, Luis Fernando Cabestrosa, 944 derechazos; Niño del Rebosadero, 931derechazos; ¡ganador... Luis Fernando Cabestrosa por 11 puntos arriba! Y qué bien, qué gozo,, qué modernidad, entonces.

Albaserrada S

Sánchez,Antolín, A. Sánchez Toros de Marqués de Albaserrada, tres anovillados e impresentables; con hechuras 3o, 4o y 5% éste de trapío y poder. Sacaron casta en general. Sergio Sánchez: dos pinchazos traseros. y estocada trasera caída (silencio); cuatro pinchazos -aviso-, pinchazo y descabello (silencio). Roberto Antolín: estocada caída (palmas y también pitos cuando saluda); pinchazo hondo y estocada ladeada (palmas y saludos). Andrés Sánchez: bajonazo (oreja); pinchazo -aviso- y estocada atravesada que asoma (aplausos y saludos). Plaza de Valdemorillo, 5 de febrero. 2ª corrida de feria. Lleno.

Impuesta la neotauromaquia a destajo por las figuras, los modestos no tienen más remedio que seguirla. Eso o irse a los charlores. Y se ponen a pegar derechazos como si les hubiera dado un ataque. En el plastificado coso valdemorillano quien más derechazos pegó fue Andrés Sánchez, y acabó, escuchando un aviso, mas también consiguió una oreja, de manera que vaya lo uno por lo otro. Le siguió en méritos derechacistas Roberto Antolín, que no tuvo nada de lo dicho -es decir: empate-, y luego Sergio Sánchez, cuya labor refrendó un aviso y por tanto quedó con un negativo. Los dos últimos intentaron mejorar la puntuación prendiendo banderillas. Lo hicieron solos en sus primeros toros, juntos en los segundos, y resultó de todo ello una buena pérdida de tiempo.

Bulleron cuanto. podían y sabían Sergio Sánchez y Roberto Antolín, si bien desplegaban los lances de capa y los pases de muleta con muy escaso reposo, reunión y templanza. Andrés Sánchez fue caso distinto. Lamentaron el derechacisrno de Andrés Sánchez unos cuantos aficionados ilusos -aquellos que aún creen en la fiesta del arte y del valor, procelosa antigüalla-, porque le apreciaron buen corte torero y en algunos pasajes de sus faenas instrumentaba los muletazos con garbo, templanza y hondura.

He aquí el busilis, el intríngulis, la madre del cordero, (la oveja) del arte de torear: si se interpreta auténticamente hondo, no hay toro -ni lo hubo desde el bos taurus primigenium hasta la fecha- que resista derechazos a cientos. Con el toreo hondo -el de parar, templar y mandar-, a los pocos pases el toro se entrega encelado, rinde su fiereza y hasta su resuello; salta de alborozo el público; la fiesta se convierte en una deslumbrante manifestación de gloria.

Toros de casta había en plaza. Tres de ellos chiquitos, tres mejor conformados, uno de estos -que hizo quinto- con trapío y poder, hasta el punto de que tomó cuatro varas durísimas. Y se dejaron pegar los derechazos insustanciales propios de la neotauromaquia, a cientos. Por ellos habrían seguido así la noche entera: mejor eso que morir a estoque con las pezuñas puestas. El público, en cambio, no podía más, con tanto derechazo; con el plástico agobiante; con los caños de calor que metieron soltando gases y olor a gasoil... Y luego dicen del tabaco.

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