Crítica:CLÁSICA

San Petersburgo como Leningrado

En pleno puente, se llenó el Auditorio Nacional para escuchar a la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo, dirigida por Yuri Temirkanov en un programa de dicado, por mitades, a Mozart y Shostakovich. Habida cuenta de las dificultades por las que atraviesa la nación rusa, resulta admirable que los filarmónicos mantengan una calidad excepcional, con esas cuerdas virtuosísticas de tan viva y dulce sonoridad y esos vientos tan valiosos en su técnica como en su expresividad. Temirkanov, bien conocido de nuestro público, tiene ahora 47 años, pero ha madurado notablemente y su pensamiento y hasta su...

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En pleno puente, se llenó el Auditorio Nacional para escuchar a la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo, dirigida por Yuri Temirkanov en un programa de dicado, por mitades, a Mozart y Shostakovich. Habida cuenta de las dificultades por las que atraviesa la nación rusa, resulta admirable que los filarmónicos mantengan una calidad excepcional, con esas cuerdas virtuosísticas de tan viva y dulce sonoridad y esos vientos tan valiosos en su técnica como en su expresividad. Temirkanov, bien conocido de nuestro público, tiene ahora 47 años, pero ha madurado notablemente y su pensamiento y hasta su gesto resultan más se renos y clásicos, sin que por ello las versiones pierdan nada de su incisiva vitalidad.Quedó demostrado en ese milagro mozartiano que es la Sinfonía concertante en mi bemol, para oboe, clarinete, trompa y fagot, escrita en 1779, y sobre cuya autenticidad existieron dudas durante algún tiempo, hoy solventadas gracias al trabajo de los investigadores. En todo caso, la simple escucha de la obra nos situaría ante una disyuntiva: o es de Mozart o existieron dos Mozart en la historia de igual genialidad. Esta rara combinación de la forma sinfonía y la disposición propia del concerto grosso resulta particularmente atractiva por la riqueza contrastante de las ideas y el juego de la tímbrica. Los solistas de la Filarmónica, el grueso de la orquesta y el mismo Temirkanov nos dieron una versión preciosa dentro de una línea tradicional, no historicista ni reproductora de comportamientos instrumentales del pretérito, pero de gran autenticidad por el sentimiento y la elegancia del estilo.

Filarmónica de San Petersburgo

Orquestas del Mundo. Director: Y. Temirkanov. Solistas: K. Tchinakaev, oboe; V. Bezruchenko, clarinete; A. Gloukhov, trompa, y O. Talypin, fagot. Obras de Mozart y Shostakovich. Auditorio Nacional. Madrid, 7 de diciembre.

La Quinta sinfonía, escrita en 1937 por Dimitri Shostakovich, fue expuesta con honda naturalidad, bien ajena a la declaración de su autor. ("respuesta de un compositor soviético a una crítica justa") a la que se vio obligado tras la fulminante condena publicada en Pravda en 1936 con ocasión de la ópera Lady Macbeth. Cuantos valores contiene esta sinfonía radicalmente rusa, meditativa, evocadora y construida con equilibrada grandeza resplandecieron por una interpretación que mereció largas ovaciones del público.

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