ESTUDIANTES: RESIDENCIAS

Vivir con un anciano, una fórmula de ayuda mutua

Balance positivo de la experiencia de varias universidades andaluzas

"Anciano sólo busca a joven estudiante para congeniar y vivir juntos". Esta demanda imaginaria colgada del tablón de anuncios de una facultad probablemente levantaría suspicacias entre los cientos de alumnos que cada curso buscan residencia compartida. Sin embargo, ya han transcurrido dos cursos completos desde que la Universidad de Granada ideó un prograna de convivencia intergeracional que ha sido adoptado por al menos otras siete universidades españolas. La experiencia común de este intercambio de ayuda y solidaridad es excelente según los datos expuestos en un seminario celebrado en Gr...

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"Anciano sólo busca a joven estudiante para congeniar y vivir juntos". Esta demanda imaginaria colgada del tablón de anuncios de una facultad probablemente levantaría suspicacias entre los cientos de alumnos que cada curso buscan residencia compartida. Sin embargo, ya han transcurrido dos cursos completos desde que la Universidad de Granada ideó un prograna de convivencia intergeracional que ha sido adoptado por al menos otras siete universidades españolas. La experiencia común de este intercambio de ayuda y solidaridad es excelente según los datos expuestos en un seminario celebrado en Granada.

Pepi Piñar, estudiante de Magisterio, de 24 años con novio reside en una población cercana a la capital granadina y solicitó participar en el programa en octubre de 1993. Tras una entrevista la pusieron en contacto con Carmen, una mujer enferma necesitada de compañía y de ciertos, cuidados. Entablaron una relación muy estrecha, pero tres meses después Carmen murió.

"Fue una impresión muy fuerte. Era una mujer encantadora. Yo estudiaba Magisterio y ella era maestra jubilada, pero el final fue desastroso. En enero me ofrecieron otra casa, pero no pude aceptar hasta mayo a causa de la impresión". Entonces conoció a Lourdes una viuda de 71 años que no requería especiales cuidados. Más bien era ella la que pretendía ser solidaria con

los estudiantes necesitados de alojamiento. Tenía una casa amplía con una habitación y un cuarto de baño independientes.

"Recurrí por solidaridad con la juventud pero también porque en esas horas bajas que todos tenemos necesitaba a alguien con quien conversar. Mi hija tiene mucho trabajo. Ella quería que contratara a una mujer mayor para que me cuidase. Supe del

programa y solicité una estudiante sin permiso de mis hijos" cuenta Lourdes López-Mateos.

85 parejas

Lourdes y Pepi componen una de las 85 parejas que el pasado curso convivieron en seis distritos universitarios de Andalucía. No es una cifra alta, pero el incremento de las peticiones ha aumentado en sólo dos cursos de forma extraordinaria. En otras universidades, como las de Albacete Y León la idea ha tenido una repercusión similar. "Mis compañeros", dice Pepi, "se preguntan sobre todo cómo tengo valor para dejar mi casa. Ellos piensan en sus abuelos y me aconsejan paciencia y valor. Pero yo tengo ganas de hacer mi propia vida y despabilar. Yo no he convivido con mis abuelos y por eso mi idea sobre las personas mayores es distinta. Creo que es cuestión de respeto mutuo y de bastante precaución".La persona que ofrece piso es casi siempre una mujer con más de 70 años, que en general puede valerse por sí misma y que tiene

unos ingresos mensuales inferiores a las 50.000 Pesetas. El alojador busca especialmente compañía y ayuda en las tareas cotidianas y el grado de satisfacción suele ser elevado.

El estudiante tipo, por su lado tiene entre 20 y 24 años

y es en un 77% de los casos mujer. Al contrario de lo que pudiera pensarse, no cursa ninguno de los estudios relacionados con la atención a mayores, o discapacitados, tales como sicología, trabajo social o medicina. Según una encuesta Presentada en el seminario, los estudiantes se apuntaron al programa por razones económicas o económicas y solidarias en idéntica medida. A

cambio, suelen recibir de la Universidad y los organismos colaboradores ayudas para libros o comedor y, sólo en los casos en que el alojador requiera unos cuidados especiales, una simbólica gratificación.

Aunque nació como una alternativa para aliviar los problemas de alojamiento de los universitarios, la experiencia ha ido mucho más allá. Manuel Montalbán, de la universidad de Málaga, describe la idea como una forma de contrarrestar "la división y consiguiente

pertenencia de los seres humanos a grupos y categorías sociales estancos" y los "obstáculos en las relaciones

entre jóvenes y mayores». No se trata exclusivamente del ofrecimiento de recursos y apoyos de manera unívoca desde la juventud a la vejez sino de lograr una mutualidad de esfuerzos y beneficios" agrega.

"Mi meta es que Pepi saque adelante el curso y siga con la beca. Ella no tiene que ayudar para nada en la casa ni siquiera debe acompañarme al médico"

explica Lourdes. "Vivir en Granada para ahorrarme , las idas y venidas diarias a mi pueblo en autobús", explica Pepi, "es un capricho y por tanto sería egoísta exigir a mis padres que pagaran un piso. Así que decidí buscarme la vida por mí misma y aquí estoy".

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