Muertos de guerras olvidadas

Enterrado con honores en Madrid un 'soldado desconocido' de la División Azul

El pasado 28 de abril, caído ya el sol, aterrizaba en el aeródromo militar de Getafe (Madrid) un avión del Ejército del Aire con un cargamento muy especial: una urna conteniendo las cenizas de uno de los 5.000 soldados españoles de la División Azul que cayeron en las estepas rusas combatiendo junto a la Alemania nazi "contra el marxismo-leninismo". Aunque se evitó toda publicidad, los restos del anónimo soldado fueron recibidos con honores militares y tras una misa solemne en la capilla del arzobispado castrense y el correspondiente velatorio, recibieron sepultura dos días después bajo el monu...

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El pasado 28 de abril, caído ya el sol, aterrizaba en el aeródromo militar de Getafe (Madrid) un avión del Ejército del Aire con un cargamento muy especial: una urna conteniendo las cenizas de uno de los 5.000 soldados españoles de la División Azul que cayeron en las estepas rusas combatiendo junto a la Alemania nazi "contra el marxismo-leninismo". Aunque se evitó toda publicidad, los restos del anónimo soldado fueron recibidos con honores militares y tras una misa solemne en la capilla del arzobispado castrense y el correspondiente velatorio, recibieron sepultura dos días después bajo el monumento a la División Azul en el madrileño cementerio de La Almudena, hasta entonces vacío.Durante 50 años, sólo los nostálgicos socios de la hermandad de antiguos divisionarios y los sectores más recalcitrantes del régimen recordaban la historia del cuerpo expedicionario de voluntarios que Franco formó en el verano de 1941 para apoyar a Hitler y que compartió con los soldados alemanes el rigor del durísimo invierno ruso y la amargura de la derrota. Tras la victoria de los aliados y el acercamiento a Estados Unidos, la División Azul se convirtió para el franquismo en un pecado de juventud que convenía olvidar.

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Paradójicamente, ha sido un ministro socialista, Julián Garcia Vargas, el primero que, aprovechando la situación creada por el hundimiento del comunismo, se ha ocupado de repatriar, si quiera simbólicamente, a uno de aquellos jóvenes que pretendió continuar su cruzada en la lejana Rusia. "Aunque no comulgamos con sus ideas, el ministro es muy humano y reconoce que son españoles", afirma César Ibáñez, secretario de la Hermandad de la División Azul, un veterano de 73 años que aún responde cuando se le llama cabo, el empleo que ostentaba en la unidad.

Sepultura digna

La hermandad empezó en 1992, a través del agregado militar en Moscú y del jefe del Estado Mayor del Ejército, las gestiones para localizar y dar digna sepultura a los miles de compañeros que dejaron allí cuando se les mandó volver a España, entre octubre de 1.943 y abril de 1944. Sus miembros guardan como oro en paño viejos y amarillentos mapas de campaña donde figura la ubicación exacta de los cementeríos militares españoles, destruidos corno los alemanes por el Ejército Rojo en su arrollador avance. Un total de 112 enterramientos en las dos zonas donde combatieron los españoles: junto al lago llmen, en Novgorod, durante la primera fase, de la guerra, y en Pushkin, al sur de Leningrado, desde agosto de 1942 hasta el final.Su labor no ha estado exenta de sinsabores y trampas. "En una ocasión vino a vernos un director de teatro ruso en nombre de una fundación que decía dedicarse a cuidar las tumbas de los soldados españoles. Enseguida descubrimos el fraude: ni siquiera sabía dónde están enterrados. Sólo pretendía cambiarnos huesos por dólares", asegura el sargento Luis García Nieto, de 77 años, presidente de la hermandad. Ellos sí lo saben. En Grigorovo hay 404 muertos. En Mestelevo, 540. En Raikolovo, 300. En Pavlovsk, 727. Y muchos más diseminados por otros lugares, ya que "la orden de los alemanes era enterrar in situ".El problema es que el camposanto de Raikolovo es hoy una explotación agrícola, con tuberías subterraneas de riego. Pavlovsk, un parque. Y sobre parte del antiguo cementerio de Grigorovose levantan viviendas. Junto a una de ellas se encontraron los huesos del soldado anónimo repatriado. "Si quisiéramos, podríamos saber su nombre, pero preferimos que represente a todos", explica César Ibáñez.

Los veteranos de la División Azul esperan conseguir ayuda de Defensa, aunque por el momento, los 40 millones de pesetas que incluye el presupuesto de 1995 apenas servirán para adecentar los ruinosos cementenerios del norte de Marruecos, donde yacen casi 28.000 víctimas de las campanas coloniales. Y es que ahora que el Ejército español vuelve a asomarse al mundo, bajo la bandera de la ONU o de la OTAN, se tropieza con miles de muertos mal enterrados de guerras no tan lejanas.

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