Tribuna:ELECCIONES VASCAS

La calle de arriba

En la familia Lasa, del pueblo costero de Arralde, la herencia de la madre sólo ha traído, de momento, desgarro y celos. Así empieza un culebrón de doscientos capítulos que acaba de estrenar Euskal Telebista. Se llama Goenkale (La calle de arriba), y puede verse cada día por el canal en euskera. En el aglomerado de historias que preparan los guionistas habrá envidias, disputas y desamores para un catálogo variopinto de personajes. Pero en esta saga doméstica apenas cabrá la política, apenas cabrá la droga y no saldrá ningún etarra. Hay una cierta fatiga con este argumento e incluso hast...

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En la familia Lasa, del pueblo costero de Arralde, la herencia de la madre sólo ha traído, de momento, desgarro y celos. Así empieza un culebrón de doscientos capítulos que acaba de estrenar Euskal Telebista. Se llama Goenkale (La calle de arriba), y puede verse cada día por el canal en euskera. En el aglomerado de historias que preparan los guionistas habrá envidias, disputas y desamores para un catálogo variopinto de personajes. Pero en esta saga doméstica apenas cabrá la política, apenas cabrá la droga y no saldrá ningún etarra. Hay una cierta fatiga con este argumento e incluso hastío por las recaídas de la fábrica audiovisual vasca en este asunto, que existe pero que no es el único. Los responsables de la teleserie no quieren ocultar nada, pero están convencidos de que se puede con tar una historia entre vascos sin tener que sacar de terminados personajes. El cine vasco no está obligado a poner en cada película a un tipo con soba quera."No queremos ignorar la calle, ni la política", explica Joseba Gardeazábal, el director de la serie, "pero no se tomará partido. No podemos porque somos una televisión pública y porque no tiene sentido. Desde luego, por lo que digan unos y otros personajes el público podrá sospechar a qué partido votan, sólo eso. Ahora que hay elecciones, es posible que salga un personaje que, esta vez, no irá a votar. Bueno, alguien puede decir que era de HB porque la nueva abstención de HB no se irá a otro partido, es un voto que se pierde. Eso podrá pensarlo el espectador, pero Goenkale no se lo estará diciendo".

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De la misma manera, en el bar Sovia de este largo cuento televisivo hay un camarero que trafica con papelinas. "Eso existe y en los pueblos de la costa es por donde, de toda la vida, ha entrado este tráfico". Pero este camarero hará sus negocietes y nada más. No hay intención de cargar a este personaje, ni a ningún otro, con tesis catedralicias. De momento tienen 21 capítulos grabados, pero quieren ir acortando la distancia entre la producción y la emisión para poder hacer vivir la actualidad a los personajes.

Doscientos actores y veinte guionistas están metidos en este proyecto. "Es un reto para la industria audiovisual vasca. Las dimensiones del proyecto no permiten seguir haciéndolo con la misma camarilla de siempre, ha de entrar gente nueva", explica Gardeazabal. Todos los actores deben saber euskera. Para los papeles jóvenes, no hay problema. Existe cantera. Donde se estrangula el censo es en los actores con 45 años o más. Una herencia obvia de la escolarización obligatoria en castellano de tiempos pasados. La gente de Goenkale ha rebuscado por todos los rincones. El abuelo de la serie, por ejemplo, es un señor que nació en Shangaï porque el padre era pelotari, quizá el colectivo más propio y, a la vez, mundano de la sociedad vasca. Después de algunas peripecias, como estudiar Económicas y montar un circo, se dedicó al doblaje. Tiene 68 años, pero con algunos apaños en maquillaje será, dicen los que lo han visto, un estupendo abuelo euskaldun.

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