LA MAESTRANZA

Arte y valor de Víctor Puerto

Víctor Puerto se mostró en la Maestranza como un torero hecho, valeroso y artista. Y triunfó, como no puede ser de otra manera cuando un novillero derrocha ilusión, unas maneras exquisitas y el valor necesario para que no se escapen las orejas. Toreó magistralmente a la verónica en sus dos novillos; con pasmosa tranquilidad, despacio, con profundidad y sentimiento. Fueron capotazos largos, preciosistas, propios de torero artista. Participó en los quites por chicuelinas y verónicas, y volvió a dejar la impronta de su toreo de calidad. Con la muleta, poco pudo hacer ante su primero, muy parado. ...

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Víctor Puerto se mostró en la Maestranza como un torero hecho, valeroso y artista. Y triunfó, como no puede ser de otra manera cuando un novillero derrocha ilusión, unas maneras exquisitas y el valor necesario para que no se escapen las orejas. Toreó magistralmente a la verónica en sus dos novillos; con pasmosa tranquilidad, despacio, con profundidad y sentimiento. Fueron capotazos largos, preciosistas, propios de torero artista. Participó en los quites por chicuelinas y verónicas, y volvió a dejar la impronta de su toreo de calidad. Con la muleta, poco pudo hacer ante su primero, muy parado. Sin embargo se sacó la espina en el otro, con las fuerzas y la casta muy justas, al que mimó y toreó con gusto, con armonía y elegante parsimonia. Una faena corta, pero sabrosa y torera en la que sobresalieron unos derechazos excelentes.Todo el triunfo, al que no se le debe restar un ápice de mérito, lo consiguió Víctor Puerto con novillos de juguete, con dos ratitas de las seis que enviaron los Hermanos Sampedro, blandas y bonachonas. Si Puerto tiene delante novillos de verdad, su éxito habría sido sonado. Pero los carteles de lujo tienen estos problemas: acicalan tanto a los novillos, que parecen ratitas con moños en la cabeza. Y los triunfos tienen menos importancia.

Sampedro / Puerto, Rondino, Conde

Novillos de Hermanos Sampedro, chicos, blandos y bonachones.Víctor Puerto: estocada (vuelta); pinchazo y estocada (oreja). Miguel Ángel Rondino: tres pinchazos y media (silencio); estocada baja (palmas). Javier Conde: casi entera y descabello (ovación); casi entera (palmas). Plaza de la Maestranza, 4 de septiembre. Un tercio de entrada.

Rondino no se encontró con novillos para triunfar. Pero el problema es que su primer enemigo es él mismo, anodino, sin sitio y sin ideas. Sin saber qué hacer con el capote, se hundió con la muleta y se limitó a realizar ridículos alardes de valor que enfadaron al público.

Conde llegó precedido de su sello de artista y algunos partidarios. El sello no pegó, y sus partidarios tuvieron que callarse. No hace falta decir que Conde no estuvo bien; mejor dicho, estuvo mal. Por lo visto, sus cualidades están cogidas con alfileres. Su primero se apagó pronto; en cambio, el último embistió repetidamente, pero no le cogió ni el aire, ni la distancia, ni nada. Un pase de pecho, un detalle perdido y mucho aburrimiento.

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