Tribuna:

Todavía estamos a tiempo

Desde 1977 la sociedad española ha ido resolviendo todos los problemas históricos que habían impedido la convivencia pacífica entre los españoles. Si en el pasado la forma política del Estado, monárquica o republicana, la cuestión religiosa o la posición de las fuerzas armadas, por citar sólo algunos, habían dividido a los españoles de manera irreconciliable, nada de esto nos divide hoy de esta forma. Hay o puede haber discrepancias en relación con ellos, pero ninguna de estas cuestiones es un problema de la democracia en España hoy.El único problema histórico de la democracia es...

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Desde 1977 la sociedad española ha ido resolviendo todos los problemas históricos que habían impedido la convivencia pacífica entre los españoles. Si en el pasado la forma política del Estado, monárquica o republicana, la cuestión religiosa o la posición de las fuerzas armadas, por citar sólo algunos, habían dividido a los españoles de manera irreconciliable, nada de esto nos divide hoy de esta forma. Hay o puede haber discrepancias en relación con ellos, pero ninguna de estas cuestiones es un problema de la democracia en España hoy.El único problema histórico de la democracia española que no hemos conseguido cerrar todavía en estos años es el de la estructura del Estado, o mejor dicho, el de la integración en el sistema político español de los nacionalismos vasco y catalán.

Ciertamente hemos avanzado mucho desde 1977 también en este terreno. El Estado español de la Constitución de 1978 ha experimentado un cambio auténticamente revolucionario en relación con el Estado español tradicional y ha supuesto un avance en la convivencia pacífica de todos los españoles del que podemos estar razonablemente satisfechos. En ningún momento de los tres últimos siglos la convivencia entre las diferentes nacionalidades y regiones que componen España ha sido comparable a la alcanzada bajo la presente Constitución.

Sin embargo, el apoyo del nacionalismo catalán, y en menor medida del nacionalismo vasco, al Gobierno socialista tras las elecciones del 64 de 1993 ha empezado a abrir una serie de grietas en el consenso que se había impuesto hasta ahora en este terreno: primero, en el proceso constituyente y después en los pactos autonómicos de 1981 y 1992.

Tengo la impresión de que se está siendo muy poco prudente por parte de algunos partidos políticos y que se están diciendo cosas de las que no sólo se van a tener que arrepentir ellos, sino que nos vamos a tener que arrepentir todos. Pues la pendiente por la que estamos empezando a deslizarnos, puede llevarnos a todos a donde nadie debería querer ir.A lo largo de los últimos meses, en intervenciones parlamentarias o electorales, se ha llevado el debate más allá de lo razonable. Después del 124 el tono de las intervenciones no sólo no ha bajado, sino que está yendo a más. Me remito a lo publicado en este mismo periódico el día de ayer. Pienso que se están dando pasos que pueden predeterminar el tono de la campaña de las próximas elecciones generales.

No creo que nadie que esté en su sano juicio pueda pensar que ni el centro izquierda ni el centro derecha va a poder gobernar España de manera estable contra el nacionalismo catalán y vasco. Por eso no creo que sea bueno para nadie que el debate político se deslice en esa dirección. En la campaña andaluza del pasado 124 el anticatalanismo ha sido uno de los recursos de los que se ha hecho un uso abundante. Si ese tono se generaliza en la campaña de las próximas elecciones generales, es más que probable que empecemos a jugar a aprendices de brujo y desatemos fuerzas que después no vamos a poder controlar.

Todavía se está a tiempo de evitar el disparate. No hay nada más estéril ni más peligroso en política que el resentimiento territorial. En España hemos tenido experiencias dolorosas en el pasado, que sería bueno intentar por todos los medios que no volvieran a repetirse. Fuera de España también estamos viendo en estos días las consecuencias de una política de esa naturaleza. A la luz de las mismas ¿es tan difícil mantener la cabeza fría y dar instrucciones precisas a los propios dirigentes del partido para que no echen más leña al fuego?

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