ELECCIONES AL PARLAMENTO EUROPEO

Los primeros 'deberes' de los eurodiputados

La Cámara de Estrasburgo deberá tomar parte en las decisiones más apremiantes y graves del final de siglo

La próxima legislatura del Parlamento Europeo (PE) coincidirá con la hora de la verdad, en la que los europeos nos veremos abocados a tomar las decisiones más apremiantes y graves de nuestra historia reciente. La agenda está ya elaborada, e incluye la implantación del ecu como moneda común, la ampliación de la Unión a 16 socios y la llegada de los nuevos parlamentarios y funcionarios, las negociaciones de la siguiente ampliación hacia el Este y la revisión del Tratado de Maastricht, con la reforma de las añejas e inservibles instituciones comunitarias.Es una paradoja para las campañas electora...

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La próxima legislatura del Parlamento Europeo (PE) coincidirá con la hora de la verdad, en la que los europeos nos veremos abocados a tomar las decisiones más apremiantes y graves de nuestra historia reciente. La agenda está ya elaborada, e incluye la implantación del ecu como moneda común, la ampliación de la Unión a 16 socios y la llegada de los nuevos parlamentarios y funcionarios, las negociaciones de la siguiente ampliación hacia el Este y la revisión del Tratado de Maastricht, con la reforma de las añejas e inservibles instituciones comunitarias.Es una paradoja para las campañas electorales de cada uno de los Doce, centradas casi todas ellas en las cuestiones interiores y alejadas de Estrasburgo y de Bruselas. Pero la tonalidad de la Cámara será decisiva para el rumbo de un Parlamento que acaba de adquirir precisamente nuevos poderes.

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La primera tarea de responsabilidad política que deberán enfrentar los eurodiputados será la votación de la confianza del presidente de la Comisión y de sus comisarlos. Los resultados de las elecciones del 12 de junio serán decisivos, así, en la elección del nombre que deben proponer, apenas dos semanas. después, los primeros ministros reunidos en el Consejo Europeo. No es imaginable un PE de fuerte coloración socialista que vote la confianza a un sucesor de Jacques Delors partidario del liberalismo económico a ultranza.

Pero el grueso de las tareas de la nueva legislatura va mucho más allá de la elección de un nombre, pues será una labor de gran diseño histórico. En los próximos cinco años, la UE encara su ampliación, posiblemente de 16 a más de 20 o incluso cerca de 30 socios. Debe alcanzar a mitad de camino o justo al final, en 1997 o en 1999, el sueño de la moneda común. Está obligada, además, a convocar la conferencia Intergubernamental que realizará a partir de 1996 la gran reforma, siempre aplazada, de las instituciones, tanto para abrir las puertas a nuevos socios como para resolver los problemas pendientes desde Maastricht y desde mucho antes.

Los deberes más difíciles e incluso dolorosos de la historia de la UE estarán en el orden del día de este nuevo Parlamento. ¿Cómo dar entrada a nuevos países agrícolas, como Polonia o Hungría, y mantener la Política Agrícola Común (PAC), que ahora se traga la mitad del presupuesto? ¿Cómo seguir ayudando a las regiones más pobres -casi el 30% del prespuesto- si entran en alud países que son conglomerados de regiones pobres? ¿Cómo mantener, finalmente, la cohesión y la solidaridad dentro de una Unión tan grande y extensa y guiada por los principios rampantes del libre comercio?

De momento, el nuevo PE deberá sacarle todo el partido posible al Tratado de Maastricht, que empezó a aplicarse en los últimos seis meses de la anterior legislatura. La codecisión que concede una especie de derecho de veto ante ciertas decisiones del Consejo de Ministros; la competencia sobre los tratados y acuerdos internacionales, y el poder presupuestarlo, ofrecen márgenes de maniobra suficientes a una eurocámara combativa y dispuesta a hacerse oír por las otras instituciones.

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Legislatura de crisis

No ha sido el caso de la anterior, principalmente en la segunda mitad de la legislatura, en plena crisis económica y política tanto de las instituciones europeas como de numerosos Estados socios. Pero los eurodiputados cuentan, si desean, con un entero programa de trabajo para desarrollar e ir más allá de Maastricht, aprobado precisamente en el anterior periodo a propuesta del británico David Martin.

Las lagunas de Maastricht forman parte, en buen número, del llamado déficit democrático. La Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), la cooperación en asuntos de interior y de justicia y el núcleo central del tratado que es la Unión Económica y Monetaria (UEM) no cuentan con control democrático alguno, escapándose de hecho tanto de los Parlamentos nacionales como del Parlamento Europeo. Otros defectos, corno el exceso de procedimientos de decisión por unanimidad o la complejidad y falta de transparencia de los procedimientos legislativos, pueden ser también caballos de batalla de los parlamentarios.

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