Crítica:ROCK

De gatos y liebres

Patética resultó la demostración de horas bajas, por las que atraviesan Chris Wilson, Danny Minh, James Farrell y Daniel Jean Renaud, a su paso por el escenario de Revólver. Primero, por vender su militancia en una de las bandas más afloradas del rock'n'roll de los últimos 20 años, The Flaming Groovies. Después, porque el concierto que ofrecieron fue insuficiente para las 2.000 pesetas que costaba la entrada. Ni bajista se trajeron.El repertorio era granado en versiones de clásicos: Shake some action y Slow death, de los Groovies; Sympathy for the devil y ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Patética resultó la demostración de horas bajas, por las que atraviesan Chris Wilson, Danny Minh, James Farrell y Daniel Jean Renaud, a su paso por el escenario de Revólver. Primero, por vender su militancia en una de las bandas más afloradas del rock'n'roll de los últimos 20 años, The Flaming Groovies. Después, porque el concierto que ofrecieron fue insuficiente para las 2.000 pesetas que costaba la entrada. Ni bajista se trajeron.El repertorio era granado en versiones de clásicos: Shake some action y Slow death, de los Groovies; Sympathy for the devil y Jumping Jack Flash, de sus majestades los Rolling Stones; No particular place to go, de Chuck Berry, y clásicos del blues, como Down the road apiece. Pero su ejecución y resultado eran más adecuados para una actuación de bar que para una sala en toda regla. Fue, descaradamente, la clásica adquisición de gato por liebre.

Chris Wilson & Friends / The Chesterfields Kings

The Revólver Club. Jueves 19 de mayo. Viernes 20 de mayo. 2.000 pesetas. Madrid.

A pesar de que el precio de la entrada era el mismo, otra cuestión fue la fiesta stoniana organizada una noche después por los Chesterfield Kings. Este cuarteto norteamericano ha parado el reloj de la historia a principios de los setenta y su mera existencia como grupo musical es un continuo homenaje a Jagger y Richards. Su inequívoco aspecto, su pose, su sonido, todo, en definitiva, reproduce a la exactitud la época del Sticky fingers. Unos tiempos en los que el rock era transgresor y provocativo. Muchas canciones de los Stones sonaron en el concierto, y otras que, sin ser de ellos, reproducían a la perfección ambientes y arreglos suyos. Especialmente las del último disco de los Chesterfíeld Kings, Lets go get stoned.

El cantante de grupo, Greg Prevost, clava la actitud jaggeriana en escena, aunque también le salen ramalazos a lo Iggy Pop o los New York Dolls, de quienes hicieron la canción Pills. Toda una fiesta energética, como aquellos tiempos que se fueron.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En