Tribuna:

La Virgen y el Demonio

Una de las mejores esculturas que adornan Madrid es El Ángel Caído, obra de Ricardo Bellver, que está en el Retiro. Y aseguran los entendidos que Madrid es la única ciudad del mundo que ha erigido un monumento al Demonio, al maldito arcángel que fue expulsado del Paraíso por gritar Non serviam! Pero el diablo de Madrid tuvo mal a suerte si hemos de creer a su mejor biógrafo, don Luis Vélez de Guevara. Cuando los ángeles malos fueron precipitados al Averno, él cayó, debajo y se quedó cojo. Es el "Diablo Cojuelo, a quien deberíamos estar eternamente agradecidos porque nos en...

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Una de las mejores esculturas que adornan Madrid es El Ángel Caído, obra de Ricardo Bellver, que está en el Retiro. Y aseguran los entendidos que Madrid es la única ciudad del mundo que ha erigido un monumento al Demonio, al maldito arcángel que fue expulsado del Paraíso por gritar Non serviam! Pero el diablo de Madrid tuvo mal a suerte si hemos de creer a su mejor biógrafo, don Luis Vélez de Guevara. Cuando los ángeles malos fueron precipitados al Averno, él cayó, debajo y se quedó cojo. Es el "Diablo Cojuelo, a quien deberíamos estar eternamente agradecidos porque nos enseñó a levantar los tejados de las casas, "lo hojaldrado" de ellas, decía don Luis, descubriendo "la carne del pastelón de Madrid".Ahora, una pía asociación mariana pide al señor alcalde su venia para levantar un monumento a la Virgen. ¡En el Retiro! No puedo por menos de expresar mi honda preocupación por la peligrosísima vecindad que puede establecerse en el precioso parque. La Virgen siempre pudo con el Demonio. Y yo sostengo que la personalidad de Madrid reside en el equilibrio entre lo celestial y lo diabólico.

Desde antiguo se relacionó a Madrid con el fuego. Ya Juan de Mena escribió a propósito de un caballero que tenía aquí su casa: "En la su villa, de fuego cercada". Alguien supuso que esto se decía porque la muralla de Madrid había sido construida con materiales de las graveras del Manzanares, donde se encontraron uno de los yacimientos paleolíticos más importantes del mundo, con hachas, armas y útiles de sílex, a los que los antiguos llamaban "piedras del rayo". O quizá, la leyenda del fuego venía de que se había visto asomar el rabo del Malo entre el rojizo caserío de una ciudad que aun huele a azufre.

Numerosas son, por otra parte, las advocaciones marianas de Madrid: la Virgen de la Flor de Lis, medio francesa, contrariamente a la del Pilar, que nunca quiso serlo; la de la Almudena, hallada en la muralla por las tropas de Alfonso VI, que tomó la ciudad a los musulmanes fundadores; la de Atocha, en su Real Santuario, o la de la Paloma.

Madrid acogió a la Virgen, pero también, en sabia compensación, dio hospedaje al Demonio. Construyó para ella templos, ermitas y hasta una catedral mientras daba al Ángel Caído un jardín de delicias. El equilibrio de Madrid no quiere ni al Diablo en la Iglesia ni a la Virgen en el Retiro.

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