Crítica:

Cultos lejanos

"Manolo Quejido", ha escrito Juan Manuel Bonet, "es una especie de pintor de culto, un personaje celebrado por unos pocos espíritus más o menos selectos que han hallado en él un buen punto de referencia en su confortación del destino del arte de nuestro tiempo". Esta aproximación no resulta sectaria. La clave reside no sólo en la calidad de su trabajo, sino también en su modo de entrelazar en él unas exigencias objetivas (la relectura de los clásicos de la tradición pictórica de la modernidad) con los requerimientos de una existencia privada que el artista pone en juego en sus obras.Lo ...

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"Manolo Quejido", ha escrito Juan Manuel Bonet, "es una especie de pintor de culto, un personaje celebrado por unos pocos espíritus más o menos selectos que han hallado en él un buen punto de referencia en su confortación del destino del arte de nuestro tiempo". Esta aproximación no resulta sectaria. La clave reside no sólo en la calidad de su trabajo, sino también en su modo de entrelazar en él unas exigencias objetivas (la relectura de los clásicos de la tradición pictórica de la modernidad) con los requerimientos de una existencia privada que el artista pone en juego en sus obras.Lo que ahora presenta en Valencia es la tercera entrega de un proyecto consistente en Acrílicos sobre EL PAÍS: una pintura a veces de gran formato (concretamente, del tamaño del Guernica), cuyo soporte viene dado por las páginas de este diario, del que el artista se sirve como metonimia de los "medios de masas", un trasfondo que describe como "un pantano capaz de tragar todo en su indiferencia", un agujero negro donde las cosas quedan inexorablemente engullidas en el flujo magmático de la comunicación. Sin duda, Quejido remite a un problema importante. Es verdad que la cultura actúa hoy, literalmente, sobre ese fondo. Y lo que su trabajo evidencia es la fecundidad pictórica de la lucidez que se revela en esas preocupaciones. Por otro lado, este tipo de batallas entre el arte y los medios de masas me recuerda las últimas palabras del androide de Alien a los tripulantes de la Nostromo: "No tenéis ninguna posibilidad, pero contáis con todas mis simpatías".

Manolo Quejido

Galería Bretón. Bretón de los Herreros, 4. Valencia.Miguel Ángel Campano. E. H. Galería Tomás March. Gobernador Viejo, 26. Valencia. Hasta el 1 de marzo.

Un sesgo completamente diferente es el que reconocemos en los últimos trabajos de Miguel Ángel Campano. En este caso, de lo que se trata es de un homenaje tardío a Eduardo Hervás, un poeta valenciano excelente y malogrado que no quiso ser Rimbaud y se suicidó a los 22 años, en 1971, dejando una obra que sólo ahora ha podido ser reunida y editada a cargo de Rafael Ballester Añón.

Campano busca ahora sobre todo la inmediatez, la expresión directa de su experiencia en la vida y en el arte. Tratándose de un hombre culto e inteligente, además de magnífico pintor, tal vez deberíamos aplaudirle con alguna vehemencia. En este contexto, es posible que sus brillantes e imaginativos dibujos, en cuanto que respuestas a los poemas de Eduardo Hervás, se nos aparezcan algo más ilustrativos que sus fúnebres y radicales pinturas en negro.

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