Los actores juegan a los médicos

Los MIR ponen a prueba sus conocimientos con enfermos fingidos

Los médicos internos y residentes (MIR) de Madrid han atendido en enero a 10 pacientes muy especiales en el hospital Ramón y Cajal. Les esperaban tendidos en sus camas, vestidos con los pijamas azules del centro y con auténtica mala cara, una tos cavernosa o el abdomen duro como una tabla, según el caso. Pero los pacientes estaban sanos como una manzana. La mayoría de ellos eran actores de entre 21 y 61 años que han sido entrenados para simular unos síntomas y representar el estereotipo de un enfermo. La Sociedad Española de Educación Médica (SEDEM), ha experimentado con ellos, por primera vez...

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Los médicos internos y residentes (MIR) de Madrid han atendido en enero a 10 pacientes muy especiales en el hospital Ramón y Cajal. Les esperaban tendidos en sus camas, vestidos con los pijamas azules del centro y con auténtica mala cara, una tos cavernosa o el abdomen duro como una tabla, según el caso. Pero los pacientes estaban sanos como una manzana. La mayoría de ellos eran actores de entre 21 y 61 años que han sido entrenados para simular unos síntomas y representar el estereotipo de un enfermo. La Sociedad Española de Educación Médica (SEDEM), ha experimentado con ellos, por primera vez en España, un sistema de evaluación que mide los conocimientos, habilidades y actitudes de los médicos. La SEDEM sugerirá al Ministerio de Educación esta experiencia para las facultades de Medicina.En Israel y Canadá se exige pasar esta prueba -el diagnóstico tras una entrevista a pacientes fingidos- a todos los estudiantes de Medicina, antes de obtener su licenciatura. En Estados Unidos constituye una herramienta w docente. Esta primera experiencia ha servido a la SEDEM para conocer el procedimiento.

Ciento cincuenta y siete residentes de los hospitales universitarios Ramón y Cajal, Príncipe de Asturias (Alcalá de Henares), el General de Guadalajara y 82 del centro catalán de Bellvitge han participado como voluntarios.

¿Cómo son las pruebas? Los MIR tienen 15 minutos para hablar con su paciente y hacerle una exploración física. Cada médico, vestido con bata blanca y armado con su fonendoscopio, se sitúa ante una cabina con cortinas. Diez en total. Antes de entrar pueden leer la ficha básica del enfermo en la que se refleja el nombre, la edad, el motivo por el que ha acudido a la consulta, sus constantes vitales y, en algunos casos, análisis previos. Saben que no son enfermos de verdad.

"Me duele mucho la rodilla", dice Rosa quejosa. El médico le toca y la enferma lanza un alarido de dolor. La articulación está muy caliente. El facultativo pregunta, la paciente contesta sin perder la compostura, quejosa y dolorida.

Por megafonía se oye que se ha acabado el tiempo y que los médicos tienen que salir de las cabinas. Ahora disponen de siete minutos para redactar un informe dirigido a un colega que no sabe nada del caso. Como se trata de casos abiertos, con varias soluciones, pueden aventurar hasta tres diagnósticos, colocándolos por orden de preferencia, y especificar a continuación los análisis o pruebas que pedirían para tomar una decisión final.

Mientras el galeno determina qué altera su salud, el paciente rellena un cuestionarlo en el interior de la cabina cuyo objetivo es saber qué le han preguntado y si el trato ha sido amable. Los actores responden puntuando del uno al cinco.

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En general, a los MIR les ha parecido una experiencia positiva. Son residentes de primer año, aunque en algunos casos se trata de su segunda especialidad, y se han ofrecido voluntarios a someterse a esta prueba, cuyos resultados son confidenciales y no influirán en su expediente académico. Todos consideran que sería interesante utilizar a los enfermos fingidos como herramienta docente.

"¿A qué se refiere usted?"

Para encontrar a los enfermos se puso un anuncio en la Escuela de Arte Dramático y se convocó una prueba. Un equipo de cuatro médicos adiestró a los seleccionados durante un mes asignándoles una personalidad, una clase social y una profesión y enseñándoles a fingir unos síntomas. Para ello les explicaron que, por ejemplo, para tener un abdomen agudo tienen que contraer los músculos hasta dejar la zona dura como una tabla o que para toser como un tuberculoso tenían que obstruir la laringe al coger aire. Por último, se les entrenó para que respondieran a las preguntas de los facultativos, pero sólo a las oportunas. Si un médico les pregunta: "Qué le pasa", la respuesta puede ser: "¿A qué se refiere usted?".

Como en la vida misma, entre los 10 pacientes de la experiencia los hay que deben colaborar, que tienen prisa o que les pesa la arrogancia. Unos son vagabundos sin casa y otros ejecutivos agresivos. Todos perfectamente metidos en su papel.

Al que hacía de vagabundo se le oía toser desde la entrada de la sala. Asustaba, y no es sólo su tos. Nada más entrar en la cabina el olor a alcohol tira para atrás. El actor, antes de empezar la consulta, se enjuaga la boca con tintorro, se aplica un masaje facial con whisky y se frota la ropa y el pelo con polvo. Él asegura que es un papel interesante porque en un escenario es poco probable que haga un trabajo tan "minimalista".

Para un ama de casa, que finge ser una mujer con palpitaciones y nada renos que nueve hijos, es una manera de sacudirse la rutina diaria, y para el hombre que da vida a un pintor de brocha gorda, una manera de sentirse útil. Por cierto, es muy reservado, le ha contestado a un médico: "Eso es muy íntirno", cuando le ha hecho una pregunta sobre su eyaculación.

La presidenta de la Sociedad Española de Educación Médica, Margarita Barón, cree que la prueba tiene múltiples posibilidades tanto para la docencia como para averiguar las necesidades de reciclaje de médicos en ejercicio. Barón comentó que mostrará las conclusiones de este sistema al Ministerio de Sanidad y al de Educación y Ciencia para que pueda ser implantado en las facultades de Medicina.

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