OLVIDAR LA GUERRA

La foto del horror

Hay dos imágenes que reflejan en todo su horror la guerra de Vietnam. No hay periódico en el el mundo que no las haya publicado. Una muestra a una niña que huye despavorida con la espalda hecha una llaga por culpa del napalm. La otra, sobre estas líneas, recoge la escalofriante escena de un general de la policía survietnamita disparando un tiro en la sien a un prisionero del Vietcong. La tomó un fotógrafo de la Agencia Associated Press, Eddie Adams, y le valió el Premio Pulitzer y el paso a la historia gráfica del siglo XX.El joven guerrillero que recibe el balazo no tiene nombre. Sí lo tiene ...

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Hay dos imágenes que reflejan en todo su horror la guerra de Vietnam. No hay periódico en el el mundo que no las haya publicado. Una muestra a una niña que huye despavorida con la espalda hecha una llaga por culpa del napalm. La otra, sobre estas líneas, recoge la escalofriante escena de un general de la policía survietnamita disparando un tiro en la sien a un prisionero del Vietcong. La tomó un fotógrafo de la Agencia Associated Press, Eddie Adams, y le valió el Premio Pulitzer y el paso a la historia gráfica del siglo XX.El joven guerrillero que recibe el balazo no tiene nombre. Sí lo tiene su ejecutor. Se llama Nguyen Ngoc Loan. Fue uno de los cientos de miles de vietnamitas del sur que se refugiaron en Estados Unidos cuando el régimen de Saigón (hoy Ciudad Ho Chi Minh) se vino abajo y las tropas norteamericanas volvieron a casa derrotadas, en 1975.

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Loan tenía entonces 45 años, siete más que cuando, en 1968, apretaba el gatillo, sin reparar en la cámara implacable de Adams. Era entonces el jefe de la policía nacional de Vietnam del Sur.

En EE UU, se convirtió en un próspero propietario de un restaurante. De vez en cuando, aparece por televisión y da su versión de los hechos: el vietcong era un terrorista que había cometido un horrendo atentado. Aquello era una guerra, no un baile de salón. Y él defendía su país del enemigo comunista. El disparo de su pistola no fue un asesinato, sino un acto de justicia. Puede que los tribunales no le condenen, pero no tendrá nunca la absolución de la historia.

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