Crítica:FLAMENCO: LA DIOSA

La bailaora divinizada

José Luis Ortiz Nuevo ha escrito un guión basado "en una de las cientos de historias y leyendas del pueblo gitano", a la mayor gloria de Manuela Carrasco. Es La Diosa, por supuesto, y casi pareciera estar literalmente convencida de ello por su permanente actitud hierática, encastillada en su declarada divinidad.A la hora de bailar no es tan divina, aunque entendemos a pasión entusiasta que despierta en un sector mayoritario del público. Su baile es el de raza, basado fundamentalmente en la fuerza y el genio que se transmiten a través de un tremendo ejercicio de zapateado casi constante, salvo ...

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José Luis Ortiz Nuevo ha escrito un guión basado "en una de las cientos de historias y leyendas del pueblo gitano", a la mayor gloria de Manuela Carrasco. Es La Diosa, por supuesto, y casi pareciera estar literalmente convencida de ello por su permanente actitud hierática, encastillada en su declarada divinidad.A la hora de bailar no es tan divina, aunque entendemos a pasión entusiasta que despierta en un sector mayoritario del público. Su baile es el de raza, basado fundamentalmente en la fuerza y el genio que se transmiten a través de un tremendo ejercicio de zapateado casi constante, salvo las pausas que se toma para aliviarse y recuperar aliento. Lo malo en estos casos es que en la culminación del frenético taconeo la danza acaba perdiendo sentido para convertirse en un pataleo desaforado e inconsecuente, que es cierto arrebata a un público masivo, pero que no debe inducir a engaño sobre la verdadera entidad de lo que se nos ofrece.

II Festival Flamenco de Madrid: 'La Diosa'

Baile: Manuela Carrasco, Angelita Vargas, El Torombo y cuerpo de baile. Cante: Enrique el Extremeño y Morenito de Íllora. Toque: Joaquín Amador y otros. Presentación: José Luis Ortiz Nuevo.Teatro Alcalá Palace. 29 de enero.

Lo que mejor hizo Manuela Carrasco, a mi juicio, fueron las siguiriyas, pues fue el baile que tuvo una mayor coherencia y un más armónico desarrollo. La soleá es otro de sus grandes bailes, aunque aquí lo fragmentó excesivamente, lo paseó demasiado. En cualquier caso, Manuela Carrasco tiene una presencia en el escenario que ha sido cuidada al máximo, aunque no siempre con acierto en aspectos colaterales, como ocurre con parte del vestuario. A ráfagas dejó ver el buen arte y la capacidad de su gestión que hicieron de ella una figura cuando saltó a la fama jovencísima, despertando unas expectativas que lamentablemente se fueron diluyendo en parte con el paso del tiempo.

Nadie firma la coreografía del espectáculo, quizás porque no haya mucho que firmar en una obra donde todo está al servicio de la bailaora divinizada, pero de alguna manera hay que llamarla, con todo lo anodina y rutinaria que pueda parecernos. Una muestra: el final de cada baile es siempre el mismo, la Diosa elevada sobre las cabezas de sus fieles, que son todos los demás y la veneran: composiciones plásticas rebuscadas y efectistas.

Entre los demás hubo, sin embargo, algunas cosas destacables, incluso valiosas. La soleá de Angelita Vargas, por ejemplo, no por conocida menos estimable. El baile del Torombo, un joven bailaor que tiene maneras y técnicas. La música de Joaquín Amador, quien comanda a los guitarristas con autoridad. Un cuerpo, de baile exiguo pero disciplinado.

Y, muy especialmente, el cante de la Sus¡, de Enrique el Extremeño y Morenito de Íllora. Estos dos trabajaron como forzados, constantemente en acción, pues hicieron todos los cantes que en Sevilla hacían cuatro cantaores, pero aquí no vinieron Juan Villar ni Boquerón; y lo más importante es que cantaron muy bien los dos, dando a cada estilo el aire que requería, pese a su enorme diversidad; Morenito y el Extremeno fueron los verdaderos héroes de la noche.

En cuanto a la Sus¡, cantó divinamente por levante y por fandangos, doliéndose, con jondura y convicción ejemplares. Joaquín Amador gobernó las guitarras con su autoridad acostumbrada.

En definitiva, pues, estamos ante un espectáculo convencional que se desarrolla en torno a un personaje, La Diosa, mitificado en exceso, tanto en la fábula como en el arte.

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