Cartas al director

Historia de una beca menguante

Todos estamos acostumbrados a oír aquello de "una hora menos en Canarias". Lo novedoso es que -según parece- los actuales responsables políticos del archipiélago han querido parodiar esta diferencia horaria y determinar que las islas afortunadas pueden permitirse un mes de menos en algunas partidas de sus ejercicios presupuestarios. Al menos, eso es lo que su Consejería de Educación ha decretado para sus becarios de investigación, a quienes obsequia con idiosincráticas anualidades de meses.

Hace dos años, la Comunidad Autónoma de Canarias convocó un programa de becas para posgrad...

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Todos estamos acostumbrados a oír aquello de "una hora menos en Canarias". Lo novedoso es que -según parece- los actuales responsables políticos del archipiélago han querido parodiar esta diferencia horaria y determinar que las islas afortunadas pueden permitirse un mes de menos en algunas partidas de sus ejercicios presupuestarios. Al menos, eso es lo que su Consejería de Educación ha decretado para sus becarios de investigación, a quienes obsequia con idiosincráticas anualidades de meses.

Hace dos años, la Comunidad Autónoma de Canarias convocó un programa de becas para posgraduados, cuyas condiciones iniciales han ido degradándose paulatinamente. Aunque dichas becas carecían de la cobertura médica que suele ser habitual entre sus homólogas, la diferencia en su dotación económica permitía obviar esa pequeña desventaja. Desde luego, a nadie le sorprendió que se debiera descontar el correspondiente IRPF. Sí provocó cierto desconcierto el hecho de que un retraso burocrático en la puesta en marcha del programa conllevará la supresión de una mensualidad.

Esto suponía un contratiempo, pero no dejaba de tener cierta lógica. Lo pintoresco es que semejante situación quedase ratificada en la siguiente convocatoria, donde se consagraban las anualidades de 11 meses, como si tal cosa hubiera de ser la regla y no la excepción. El caso es que la beca no sólo menguaba en términos económicos, sino que también se desvirtuaba su concepto, al serle conferido el estatuto político de una subvención.

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El último capítulo de tan alucinante historia es que la cantidad fijada por el boletín en esta segunda convocatoria, pese a corresponderse con el dinero neto que sus beneficiarios percibían el año pasado, experimenta una retención ocho puntos -mayor (pues pasa del 7% al 15%) a la que se descontaba del bruto estipulado en el pasado ejercicio. Con este singular método de ir trocando el neto en bruto e incrementar progresivamente las retenciones, además de suprimir alguna que otra mensualidad, no sería extraño que los becarios hubieran de acabar pagando algo para seguir siendo tales. Por el momento han visto mermado su volumen de ingresos en un 26% de un año para otro.

Como ex becario que sabe algo de las zozobras anejas a esa privilegiada condición, querría solidarizarme desde aquí con los beneficiarios de tan increíble beca menguante. Doy por sentado que sus artífices tendrán a bien generalizar este loable celo por contener el gasto público y aplicarán esta revolucionaria receta de modo universal, comenzando -claro está- por sus propias nóminas.

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