Entrevista:

Nuestra época exige edificios con movimiento"

A sus 63 años, Frank Gehry, el arquitecto del Guggenheim de Bilbao, ha aprendido a trabajar siguiendo sus instintos

Los Ángeles Acaban de aplicarle la última tanda de gotas para dilatarle la pupila, con lo que regresa al despacho casi tanteando y amusgando los ojos. Empieza fatigado, pero habla y va ganando confianza hasta entusiasmarse consigo mismo. Al acabar dirá que ésa. mañana. ha jugado un partido de hockey sobre hielo con el equipo de la high school donde se alinean sus dos hijos, y muestra una fotografía en la que se le ve ataviado con los colores rojo y azul, el stick, el casco, los protectores. Frank Gehry 63 años y es actualmente uno de los pocos grandes que están innovando la arquitectura...

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Los Ángeles Acaban de aplicarle la última tanda de gotas para dilatarle la pupila, con lo que regresa al despacho casi tanteando y amusgando los ojos. Empieza fatigado, pero habla y va ganando confianza hasta entusiasmarse consigo mismo. Al acabar dirá que ésa. mañana. ha jugado un partido de hockey sobre hielo con el equipo de la high school donde se alinean sus dos hijos, y muestra una fotografía en la que se le ve ataviado con los colores rojo y azul, el stick, el casco, los protectores. Frank Gehry 63 años y es actualmente uno de los pocos grandes que están innovando la arquitectura contemporánea. Entre un centenar de altas distinciones nacionales e intemacionales,. cuenta con el Premio Pritzker 1988 -el Nobel de la profesión- y su creatividad no ha cesado de aumentar en los últimos años. El nuevo museo de la Universidad de Minnesota, inaugurado recientemente y considerado una de las tres obras más importantes de Estados Unidos en 1993, denota la plenitud del artista. Los españoles tendrán pronto oportunidad de comprobar su mano enérgica y desprejuiciada en el Museo Guggenheim que se está levantando en la ría del Nervión y cuyas obras, de altísimo presupuesto (9.800 millones sin contar el solar), deben concluir en un plazo de dos años.

Desafío a la convención

A clamado internacionalmente por la crítica, la obra de Frank Gehry, nacido en Toronto e implantado en California, es un audaz desafío a la convención. Marginal en su juventud rebelde obstinado en su madurez, conspicuo artista ahora, cuando se celebra su rareza, dice: "No podría explicar cómo he llegado a triunfar. Realmente no empecé a considerar que el éxito se consumaba hasta hace cuatro o cinco anos. Desde hace dos, la situación ha llegado a ser tan abrumadora que mi familia se siente asustada. Ahora. puedo hacer prácticamente lo que se me ocurra hacer. Estoy mejor conectado económica y políticamente, y de esta manera logro el control de lo que hago. Que el éxito haya sobrevenido más tarde me libra de la tentación de la petulancia y, a la vez, de algunos golpes terribles que acostumbran a propinar los colega?.

Le digo que en España, tanto desde el mundo de la política como desde la arquitectura, se lanzaron andanadas contra su museo. Y responde, sin humildad: "Admito que el de Bilbao sea un proyecto polémico, pero mi obra no es una provocación intencionada. Es siempre el resultado de una colaboración con el cliente. Las autoridades vascas deseaban un edificio emblemático y me eligieron a mí sabiendo que yo no hago cubos ni paralelepípedos. Es muy aburrido construir cajas. En mi opinión, los museos son importantes si es alto el valor icónico de los edificios. A veces se trata de edificios horribles, completamente inadecuados para albergar pintura, oscuros o mal concebidos, como es el caso del Louvre o del Guggenheim, pero, que atraen a la gente. Esto *espero que suceda en Bilbao. En principio, los responsables planeaban convertir esa zona en una especie de. Washington DC, con la ría representando al Potomac y con edificios muy pulcros. Yo, por el contrario, he pretendido conservar el carácter del emplazamiento con una construcción temperamental, cargada con las formas y materias de la industria".

En estas semanas, el museo bilbaíno se ha convertido en el proyecto más acuciante del taller que, con 70 profesionales, dirige Gehry en Santa Mónica, Los Ángeles. El digitizer, un aparato estrella destinado a encontrar respuestas técnicas a las ilusiones formales del arquitecto, se ha adscrito al proyecto español y, en la fachada del estudio, se han colgado, para comprobar su comportamiento a la intemperie, muestras de las planchas con las que se modulará la flor central del museo y de cuyo imaginariogiro -como desvistiéndose- le deduce el conjunto de la obra.

La introducción del movimiento en arquitectura es una de las obsesiones capitales de Frank Gehry. Sólo por esto podría considerársele un artista conceptualmente barroco: en oposición a los severos epígonos del movimiento moderno y frente a los posmodernos, en cuanto irónicos cocineros de ensaladas neoclásicas.

Dice Gehry: "Para mí es muy importante que el edificio tenga su lenguaje corporal, que evoque sentimientos y sea lo más expresivo posible. Durante años he venido reflexionando sobre qué debía ser lo que sustituyera a la decoración del siglo XIX. Nadie desea regresar a los exornos y capiteles del siglo XIX, pero ¿qué sistema lo reemplaza? El estilo internacional respondió, a esta pregunta eliminando la decoración. En mi opinión, lo que puede sustituir a la decoración en la arquitectura contemporánea es el movimiento. Yo he aprendido mucho de la pintura y de la escultura. Tengo diapositivas, reproducciones de pinturas célebres por toda mi casa, en mi dormitorio.. Yo mismo pinto y hago esculturas". (También diseña muebles: a nuestro lado reposan un par de opulentos sillones fabricados con cartón rizado). "Durante años he estado interesado en la poderosa sensación de movimiento que creaban los griegos con sus esculturas de mármol. Y pienso que acaso, en la sociedad contemporánea, los edificios deberían producir una sensación de movimiento para integrarse con una cultura y un entorno urbano dinámicos. Los edificios se comportarían como los cuerpos en las artes marciales ' japonesas, que aprovechan el impulso del contrario para devolverle un nuevo caudal de fuerza. Desearía así que mis edificios absorbieran la energía del lugar y del momento y la emplearan para mejorar la época

"Hace años" sigue Gehry quitándose las gafas de unos ojos muy usados, "hice la escultura de un pez para, una exposición de Turín [existe otro gran pez de Gehry en la Villa Olímpica de Barcelona]. No era una escultura formidable. Bonita, simplemente. Un decorador la vio y me hizo notar su sensación de movimiento. Otros también lo apreciaron. Fue así, casualmente, como encontré un módulo, el de la simple curvatura del cuerpo de un pez, para imprimir la sensación de movimiento. Este módulo lo apliqué al museo de Vitra y ahora lo utilizo también en el de Bilbao".

Sin proselitismos

Provocador, escultor más que arquitecto, comprometido al estilo de los años sesenta, son algunos de los títulos críticos que se le dirigen. Le digo, además, que su colega Peter Eisenman -agrupado con él y otros cinco en la exposición Deconstructivismo que apadrinó Philip Jolinson en el MOMA- me habló de que le estimaba especialmente porque le consideraba uno de los pocos arquitectos comprometidos con la sociedad contemporánea. Ataja: "Aprecio mucho a Peter, pero no encuentro apropiado que me incluya en su historia. Yo nunca le he incluido en la mía, porque creo que somos muy diferentes Peter y yo. Respeto su energía y su inteligencia, pero no creo que tengamos los mismos planteamientos. 11 se preocupa por escandalizar a la sociedad. Yo no tengo ese propósito. Acaso lo tuve cuando era joven, cuando construí, por ejemplo, mi casa de Santa Mónica (con una apariencia exterior de gallinero desencajado), que se convirtió en una suerte de juicio público a la vida de aquel vecindario, pero ahora cuento con mi propia lógica interna en mi trabajo, y eso es lo que me importa. Peter es un liberal y trata de convencer a todos y a sí mismo sobre sus ideas. Lo digo en el mejor de los sentidos. Se siente muy decepcionado conmigo porque yo no hago esa clase de proselitismo".

Pero Gehry no trata de desmarcarse de los asuntos políticos. "No, a mí también me interesa la política", dice. "Pero no soy tan agresivo como él. Me siento político en un sentido amplio. Me siento comprometido en cuanto liberal, en cuanto judío. Para que se haga una idea, mi héroe es Bruno Zevi... Pero yo no hago proselitismo. Dudo de haber creado una línea a seguir en arquitectura..., aunque podría ser. Mi consejo a los alumnos [ha impartido clases en Harvard y Yale, entre otras universidades] ha sido siempre que trabajen de acuerdo a sus instintos y no subordinados a los dictados de los ídolos. Mi consejo es que crean en ellos mismos y no se desalienten por la posible reacción adversa que sus trabajos produzcan en la sociedad. Esta ha sido la lección que yo he aprendido a lo largo de mi vida.

A partir de la próxima semana, la página de Arquitectura se publicará los sábados, dentro de la revista cultural Babelia.

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