Tribuna:EL DEBATE POR EL EMPLEO

¿Recuperación plena o estancamiento?

El Libro Blanco sobre el Empleo de Delors ha servido, a juicio del autor, para convertir en política oficial la desregulación ordenada de los mercados de trabajo en Europa.

Aunque el aspecto más publicitado del Libro Blanco de Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea, ha sido el deseo de generar 15 millones de puestos de trabajo de aquí a final de siglo, el documento, de casi doscientas páginas, renuncia de antemano a ser un programa puntual de creación de empleo, bajo la fórmula de que no existe para la enfermedad de la desocupación una cura milagrosa. Sin embargo, lo más Importante en el tema del empleo es que, aun haciendo un ejercicio de prestidigitación -defensa del Estado del bienestar, rechazo de cualquier reducción drástica de los salarios-, Delo...

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Aunque el aspecto más publicitado del Libro Blanco de Jacques Delors, presidente de la Comisión Europea, ha sido el deseo de generar 15 millones de puestos de trabajo de aquí a final de siglo, el documento, de casi doscientas páginas, renuncia de antemano a ser un programa puntual de creación de empleo, bajo la fórmula de que no existe para la enfermedad de la desocupación una cura milagrosa. Sin embargo, lo más Importante en el tema del empleo es que, aun haciendo un ejercicio de prestidigitación -defensa del Estado del bienestar, rechazo de cualquier reducción drástica de los salarios-, Delors ha convertido en política oficial la desregulación ordenada de los mercados de trabajo (reducción de costes laborales, rebaja de cargas fiscales y del salario mínimo para los trabajadores no cualificados, contratos de aprendizaje, etcétera), con el objetivo de alcanzar la flexibilidad necesaria, condición básica, según el documento, para estimular la creación de empleo en Europa.En la medida en que el Libro Blanco resume lo que podríamos llamar la política económica realmente existente dentro de la Unión Europea, Delors ha recibido el apoyo político de los Doce. Con todo, uno de los aspectos más novedosos de su propuesta -el plan de infraestructuras- es precisamente el que será sometido a un a prueba de fuerza permanente. Encantados con una gran parte del diagnóstico de la crisis y la reforma del mercado laboral que propone, los ministros de Economía no ven, en cambio, con buenos ojos la autonomía de la Comisión Europea a la hora de financiar una parte del plan. El coste de los principales proyectos previstos para 1994-1999 asciende a 554.000 millones de ecus (unos 94 billones de pesetas). El plan señala que la mayor parte de esta cifra deberá ser asumida por el sector privado, y quedarían por financiar unos 100.000 millones de ecus en cinco años o una inyección de 20.000 millones de ecus anuales (3,1 billones de pesetas). La Comisión prevé una emisión de bonos de la Unión Europea de 7.000 millones de ecus anuales (1,2 billones de pesetas).

El documento no prevé una recuperación vigorosa de la economía en el corto y medio plazo. Por ello, Delors está proponiendo, en realidad, una suerte de boom de. infraestructuras coherente con las necesidades de la flamante Unión Europea.

Cuando se habla de infraestructuras se está haciendo referencia, de modo genérico, al capital público. Este tipo de planes suele ser Identificado con la construcción de puentes y carreteras, por ejemplo, pero existe otra clase de proyectos, como las redes europeas de transporté y energía, las llamadas autopistas informáticas, para canalizar las telecomunicaciones, proyectos de medio ambiente, investigación y desarrollo, educación pública y otros... Todas estas inversiones permiten elevar la productividad general de igual modo que suelen hacerlo las maquinarias más sofisticadas o la mayor eficiencia en las empresas del sector privado. En otras palabras, existe una correlación entre la tasa de inversión pública y el crecimiento de la productividad. En el pasado, países como Japón o Alemania sobrepasaron a Estados Unidos en inversión pública e infraestructuras, logrando, por este camino, superarlo en productividad.

Ahora bien, el apalancamiento de un boom de infraestructuras depende del volumen de la inversión a realizar, y su capacidad para crear empleo deriva de los sectores que pretende relanzar. La lista de proyectos suma unos 554.000 millones de ecus (las redes transeuropeas de transporte y energía ascienden -a 250.000 millones de ecus; las autopistas informáticas, a unos 150.000 millones, y los planes de medio ambiente, a 174.000 millones), lo que configura una inversión importante. En Estados Unidos es casi un lugar común, entre los economistas, la cifra de un billón de dólares como necesidad mínima de inversión en infraestructuras en un plazo de 10 años a fin de recomponer el capital público deteriorado en dicho país. Pero para determinar el alcance de la propuesta hay que saber que Delors ha tenido como fuente de inspiración las ideas de los profesores Edmond Malinvaud (Colegio de Francia) y Jacques H. Dréze (Lovaina). Ambos habían recomendado tres medidas: reducir drásticamente el coste del trabajo de baja o nula cualificación para resucitar empleos que han desaparecido en Europa, un plan de obras públicas y una baja de tipos de interés reales a corto plazo hasta situarlos en un nivel de referencia igual a cero.

Delors ha echado, pues, agua a la copa de vino de Malinvaud. El profesor del Colegio de Francia proponía compensar la restricción fiscal que tendrá lugar en los próximos años (4% del producto interior bruto anual de la Comunidad Europea en cuatro años) con una inversión de 250.000 millones de ecus (unos 45 billones de pesetas) dirigida a la vivienda, la infraestructura y el transporte de las ciudades, y las redes europeas de transporte, sectores que tienen gran capacidad para crear empleos.

El problema es que el Libro Blanco ha enumerado la lista de proyectos, pero el mensaje ha sido, a fin de cuentas, el de una inyección de 100.000 millones de ecus en cinco años, cifra importante, pero manifiestamente insuficiente si lo que se pretende es compensar el efecto restrictivo de la política presupuestaria y recomponer el llamado capital público. Por otra parte, a diferencia de Malinvaud, los sectores elegidos por Delors no destacan por su capacidad para absorber desempleo.

Las críticas del fundamentalismo económico europeo al plan Delors -peligro de presiones inflacionistas, repercusiones en los mercados financieros internacionales, el echar mano del ahorro- han sido de manual, pero no es menos cierto que dichas dificultades se plantearían de modo parecido con un relanzamiento de la inversión privada. La economía suele reaccionar mediante diversos desequilibrios ante cualquier reactivación del proceso inversor, con independencia de su origen.

Jacques Delors ha intentado -le queda sólo un año para supervisar el cumplimiento del plan- introducir una cuña en la política económica realmente existente con el programa de infraestructuras, sin romper las reglas de oro: reducir el déficit fiscal, moderar los salarios y reformar el mercado laboral. El Libro Blanco sugiere, implícitamente, que en el horizonte sólo se atisba una recuperación frágil de la economía, lo más parecido a una fase de estancamiento. Una recuperación plena exigiría replantear drásticamente las tres fuentes que nutren la demanda: el consumo, la inversión privada y el gasto público (nacional). Estos tres componentes están atrapados en un cepo que Delors no ha cuestionado. En este contexto, la recesión será superada... por una fase de estancamiento, habida cuenta de que los efectos del plan de infraestructuras, como ya ha ocurrido con la iniciativa de diciembre de 1992, aprobada en Edimburgo, exigirá, en el mejor de los casos, un dilatado tiempo de ejecución, lo que le impedirá convertirse inmediatamente en un factor de tracción de la economía europea.

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