Crítica:POP: ANDREAS WOLLENWEIDER

El arpa amable

El suizo Andreas Wollenweider comenzó su actuación con un nuevo aire pop, que es la apuesta del músico en su último disco, Eólian minstrel. Más bien parecía un recital de Eliza Gilkyson, la cantante que acompaña a Wollenwaider, con los demás músicos como acompañantes de lujo.A su izquierda, el arpista con su mano izquierda en el papel de contrabajo y la derecha arpegiando los acordes. Detrás, Eberhard Hann a los vientos dando el toque étnico andino (con la quena), irlandés (tin whistle), australiano (diggeridoo) o más convencional (saxos y flauta). La guitarra, teclados y batería, ahond...

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El suizo Andreas Wollenweider comenzó su actuación con un nuevo aire pop, que es la apuesta del músico en su último disco, Eólian minstrel. Más bien parecía un recital de Eliza Gilkyson, la cantante que acompaña a Wollenwaider, con los demás músicos como acompañantes de lujo.A su izquierda, el arpista con su mano izquierda en el papel de contrabajo y la derecha arpegiando los acordes. Detrás, Eberhard Hann a los vientos dando el toque étnico andino (con la quena), irlandés (tin whistle), australiano (diggeridoo) o más convencional (saxos y flauta). La guitarra, teclados y batería, ahondando en el pop.

La interpretación y el sonido, excelentes. La consistencia de la música fue otro cantar. Las composiciones de Wollenweider son tan evidentes, presumibles y sin misterio que la sorpresa apenas existe, y en música, cuando la sorpresa desaparece, el aburrimiento acecha. Fue el signo de la primera parte del concierto.

Andreas Wollenweider

Andreas Wollenweider (arpa, guitarra, cheng, voz), Eliza Gilkyson (voz, guitarra), Walter Keiser (batería), Marc Portmann (guitarra, coros), Eberhard Hann (saxos, flautas, diggeridoo, acordeón, percusión, coros), Chris Wiesendanger (teclados, acordeón). 1.000 personas. Precio: 2.800 y 4.000 pesetas. Palacio de Congresos y Exposiciones. Madrid, 30 de noviembre.

En la segunda, varió algo el panorama. Comenzó con aires a lo Mike Oldfield, y un solo de arpa subió la temperatura. Con mayores dosis de riesgo, Wollenweider cogió el cheng, instrumento oriental, para lograr los mejores momentos del recital, aunque con sus defectos característicos: composiciones que parece que nunca superan el estado del preludio, sin ahondar en el núcleo del tema. Después recordaron a Stivell, antes de acabar con el punto más misterioso de una noche irregular, marcada por un arpa amable.

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