LA MAESTRANZA

Un triste final

La Maestranza cerró la temporada de manera impropia. Con una novillada de tono menor, que sólo llevó a la plaza a los familiares de los jóvenes actuantes, en una tarde fría y desangelada, con unos novillos mansos, blandos y malos en tonos diversos, y con unos novilleros sin experiencia, poco corazón, escasas maneras y menos valor. Entre unos y otros consiguieron que el festejo figure ya en los anales del aburrimiento. Un triste final, en suma, para la temporada sevillana del 93.Los novilleros de ahora hacen lo que ven en sus mayores. Se supone que así habrá ocurrido siempre, con la particulari...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La Maestranza cerró la temporada de manera impropia. Con una novillada de tono menor, que sólo llevó a la plaza a los familiares de los jóvenes actuantes, en una tarde fría y desangelada, con unos novillos mansos, blandos y malos en tonos diversos, y con unos novilleros sin experiencia, poco corazón, escasas maneras y menos valor. Entre unos y otros consiguieron que el festejo figure ya en los anales del aburrimiento. Un triste final, en suma, para la temporada sevillana del 93.Los novilleros de ahora hacen lo que ven en sus mayores. Se supone que así habrá ocurrido siempre, con la particularidad de que hoy imperan la comodidad, la falta de ideas y la vulgaridad. Y los chavales, que no cuentan con muchas ocasiones para aprender, asimilan lo más fácil. Lo más fácil es coger el capote como si fuera una toalla, dar un paso atrás en cada avance, permitir que los peones dirijan la lidia, creer que el toreo es un baile (por el constante movimiento de los pies), abusar del pico, preocuparse sólo de las posturas y hacer lo posible para que sea el toro el dueño y señor de lo que sucede en el ruedo.

Sánchez / Acevedo, Osorio, Farifias

Cuatro novillos de Ramón Sánchez Rodríguez (4º, devuelto por inválido), mansurrones dificiles y blandos; sobrero, del mismo hierro, muy flojo; 1º y 6º, de Ramón Sánchez Recio, mansos y violentos. Santi Acevedo: cuatro pinchazos -aviso-, pinchazo, media y dos descabellos (silencio); dos pinchazos y descabello (silencio). Rafael Osorio: estocada y dos descabellos (vuelta); estocada y descabello (vuelta). Jesús Fariñas: media que asoma, casi entera y descabello (sílencio); pinchazo y estocada (silencio). Plaza de la Maestranza, 17 de octubre. Menos de media entrada.

Los novillos parecían escogidos para amargar la tarde al novillero más ilusionado. Todo un torrente de mansedumbre, brusquedad, genio y falta de fuerzas no es el camino más idóneo para el triunfo. Pero, claro, tampoco para el aburrimiento que derrocharon los tres aspirantes a la gloria que, por el momento, se les ha alejado un poco más.

Los tres novilleros manejan el capote como si lo hubieran conocido en la puerta de cuadrillas. Parece increíble hasta dónde puede llegar no sólo el desconocimiento, sino la vulgaridad. Acevedo lo intentó por verónicas y chicuelinas; Osorio hasta se atrevió con una larga cambiada, y Farifias se preocupó más de la postura que de los novillos. No les aplaudieron ni sus familiares.

Acevedo no encontró fáciles oponentes. Violento su primero y muy flojo el segundo, su actuación fue como la tarde, desangelada y fría. Banderilleó con voluntad y escaso acierto, y demostró que le faltan corazón y chispa.

Osorio ejecutó los mejores derechazos en su primero, el único que se dejó, pero el novillero tampoco se esforzó demasiado.

Fariñas debe ser un gran admirador de Paula, y no se recata de demostrarlo. Se desentiende de la lidia, manda mucho a la cuadrilla y poco al toro. Tampoco tuvo un buen lote, pero podría aprender algo más del torero jerezano.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Sobre la firma

Archivado En