Crítica:FLAMENCO

Un joven cantaor

Había gran expectación, evidentemente, por oír en Madrid al joven Miguel Poveda, que llegaba aquí cargado con la gloria y la responsabilidad, recién estrenadas, de un espectacular triunfo en el Festival del Cante de las Minas de La Unión, hace menos de un mes: la Lámpara Minera y tres premios mayores más, algo que no ocurría en el flamenco desde 1956, cuando Fosforito ganó todo lo ganable en el primer concurso de Córdoba.

Esa expectación se tradujo en una insólita concurrencia de público y en la tensión psicológica del cantaor, que comenzó a cantar con muchos nervios. Pero Miguel Po...

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Había gran expectación, evidentemente, por oír en Madrid al joven Miguel Poveda, que llegaba aquí cargado con la gloria y la responsabilidad, recién estrenadas, de un espectacular triunfo en el Festival del Cante de las Minas de La Unión, hace menos de un mes: la Lámpara Minera y tres premios mayores más, algo que no ocurría en el flamenco desde 1956, cuando Fosforito ganó todo lo ganable en el primer concurso de Córdoba.

Esa expectación se tradujo en una insólita concurrencia de público y en la tensión psicológica del cantaor, que comenzó a cantar con muchos nervios. Pero Miguel Poveda demuestra en su comportamiento la misma madurez que en su cante y no tardó en superar el inicial desasosiego. Malagueñas, cantes minerolevantinos -minera, taranto y cartagenera-, soleares y fandangos configuraron una primera parte muy sena, que confirmó su solidez interpretativa, el largo conocimiento de los estilos y un decidido interés, por profundizar en ellos. Miguel Poveda va desgranando los tercios del cante con un cierto recogimiento, como si cada vez fuera la primera y buscara desentrañar su significado último, antes que para los demás, para él mismo. No grita -raramente lo hace-, pero con frecuencia su voz es sólo un susurro transido de sentimiento jondo y lacerante como una oración.

Veranos de la Villa: 'Noches flamencas'

Cante: Miguel Poveda. Toque: Juan Ramón Caro. Baile: Sonia Poveda y Rosi. Centro Conde Duque. 9 de septiembre.

El martinete con que abrió la segunda parte, para dar paso al baile, ratificó que Miguel Poveda es efectivamente un cantaor capaz de lo más dificil en este arte. Después, en el baile, acompañó a su hermana Sonia y a Rosi, dos bailaoras discretas que seguramente se han formado en alguna academia donde no les han enseñado nada más que lo convencional. A cantaor y bailaoras les puso el toque Juan Ramón Caro con eficacia y sobriedad.

Miguel Poveda acreditó en Madrid su gran clase de cantaor, aunque no llegara a aquella magia que le acompañó en La Unión. Pero en verdad está en el secreto del mejor cante.

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