Tribuna:

El alto precio de la pasividad oriental



La situación política y militar en Bosnia-Herzegovina se pudre a una velocidad que, en palabras de un oficial de Naciones Unidas, "da auténtico terror". El espectacular incendio que, provocado por la reactivación de la ideología de la supremacía racial que se creía liquidada con la derrota del nazismo en 1945, ha arrasado ya partes de Croacia y toda Bosnia-Herzegovina, supone cada vez más una amenaza directa para la frágil estabilidad de todos los, Balcanes y Centroeuropa.Las consecuencias de este drama pueden tener pronto efectos sobre Occidente mucho más trágicos aún que la muert...

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La situación política y militar en Bosnia-Herzegovina se pudre a una velocidad que, en palabras de un oficial de Naciones Unidas, "da auténtico terror". El espectacular incendio que, provocado por la reactivación de la ideología de la supremacía racial que se creía liquidada con la derrota del nazismo en 1945, ha arrasado ya partes de Croacia y toda Bosnia-Herzegovina, supone cada vez más una amenaza directa para la frágil estabilidad de todos los, Balcanes y Centroeuropa.Las consecuencias de este drama pueden tener pronto efectos sobre Occidente mucho más trágicos aún que la muerte de algunos cascos azules de la ONU. Aquellos gobernantes europeos occidentales que llevan más de un año aplacando los temores expresados por la opinión pública tienen la oportunidad de comprobar ahora el resultado de su debilidad: creer que no existe aquello que se empeñan en ignorar. Los frentes de Bosnia se reactivan y todas las partes, incluidas las víctimas de antaño, recurren ya a los métodos bélicos criminales que la comunidad internacional toleró primero y legitimó después a los agresores y vencedores de esta primera fase de la guerra.

Lejos de los Balcanes, Armenia está arrasando Azerbaiyán con los mismos pretextos utilizados en esta guerra, más cercana, por Serbia. Turquía ha amenazado ya directamente con intervenir en apoyo de las fuerzas azeríes. Un país de la OTAN podría, por tanto, muy pronto, verse envuelto en una guerra allende sus fronteras, en un nuevo Estado del territorio de la antigua Unión Soviética, extinto país en el que no son pocas las zonas conflictivas en las que visionarios de turno pueden sentirse llamados a explotar la veta expansionista sancionada con su pasividad por la civilizada comunidad occidental.

No debería sorprender a quienes se les ha llenado la boca con tinuamente de "pasos significativos hacia la paz" que en la primavera próxima el balance de muertos, que actualmente se calcula en 215.000, se haya triplicado en los Balcanes. Tampoco que la zozobra internacional acabe con los esfuerzos modernizadores y democratizadores en gran parte de lo que fue la Europa comunista. Quienes estuvieron tan dispuestos a aceptar la ley de la fuerza en los Balcanes y obstaculizaron todos los intentos de poner fin a la impunidad de un agresor, habrán de reconocer que será más difícil y costoso intervenir cuando éstos ya proliferan.

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