Los franceses comienzan a dar signos de desencanto con la gestión de Balladur

Diez semanas han bastado para que el extraordinario estado de gracia con que el primer ministro francés, Edouard Balladur, llegó al Hotel Matignon comience a erosionarse. Muchos franceses de derechas no logran distinguir su política de la de su predecesor, Pierre Bérégovoy. "Afortunadamente, tenemos a Pasqua, que nos diferencia de los socialistas", confiesa Pierre Lellouche, diputado gaullista y consejero de Jacques Chirac. La izquierda, por su parte, empieza a perder el miedo a criticar al primer ministro.Balladur sigue siendo el más popular de los políticos franceses. Sus compatriotas...

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Diez semanas han bastado para que el extraordinario estado de gracia con que el primer ministro francés, Edouard Balladur, llegó al Hotel Matignon comience a erosionarse. Muchos franceses de derechas no logran distinguir su política de la de su predecesor, Pierre Bérégovoy. "Afortunadamente, tenemos a Pasqua, que nos diferencia de los socialistas", confiesa Pierre Lellouche, diputado gaullista y consejero de Jacques Chirac. La izquierda, por su parte, empieza a perder el miedo a criticar al primer ministro.Balladur sigue siendo el más popular de los políticos franceses. Sus compatriotas aprecian su serenidad, su cortesía y la franqueza con que describe la grave situación del país. Pero ya ha comenzado el descenso en los sondeos de opinión. El último de CSA para Le Parisien revela que la confianza en el primer ministro ha bajado ocho puntos en apenas un mes.

Menos despidos

Lo grave para Balladur es que el desencanto cunde en su propia mayoría política, económica y social. El primer ministro pide a los empresarios que no despidan con tanta alegría, pero éstos no parecen escucharle. Los agricultores se sienten traicionados por la aceptación del acuerdo sobre las oleaginosas firmado por EE UU y la Comunidad Europea. Los diputados de la Unión para la Democracia Francesa (VDF), de Valéry Giscard d'Estaing, critican al Gobierno; los de la gaullista Agrupación para la República (RPR), el partido de Chirac y Balladur, no ocultan su inquietud.La prensa comienza a calificar de "veleta" a un primer ministro que presenta planes contradictorios. Primero, Balladur puso el acento en el rigor presupuestario aumentando la presión fiscal y reduciendo gastos. Pero como se subestimaba la velocidad de crecimiento del paro, lanzó un préstamo de casi un billón de pesetas contra el desempleo. "El Gobierno", afirma Jean-Yves Haby, diputado de la UDF, "da la impresión de perseguir dos liebres al mismo tiempo".

"Balladur", escribe Gérard Dupuy en Libération, "puede estar inventando una nueva categoría política: los desencantados del antisocialismo". Los suyos le reprochan que en muchos terrenos se limite a seguir la política de los socialistas: mantenimiento del franco fuerte, reducción de los efectivos militares, traslado a Estrasburgo de la Escuela Nacional de Administración, no intervención en Bosnia, continuidad en materia audiovisual, confusión respecto a las negociaciones del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT)...

El gaullista Jean-Jacques de Peretti dice: "Balladur no aplica ninguna de las propuestas que hicimos cuando estábamos en la oposición". Bernard Pons, presidente del grupo RPR en la Asamblea Nacional, lanza una seria advertencia a su correligionario Balladur. Pons defiende la necesidad de "ensayar otra cosa" a partir del próximo otoño.

Como reconoce Pierre Lellouche, el único terreno en que el electorado de derecha se siente satisfecho es en el de la lucha contra la inmigración. Charles Pasqua, el ministro del Interior, está cumpliendo lo que prometió: restablecer los controles de identidad policiales, limitar el acceso a la nacionalidad de los hijos de inmigrantes y dificultar la entrada de nuevos extranjeros.

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