Tribuna:

JAVIER PÉREZ ROYO Hablando en serio

El próximo 6 de junio vamos a acudir por sexta vez desde 1977 a las urnas para elegir a los miembros de las Cortes Generales. Ciertamente, estas elecciones no se van a celebrar en un buen momento de la economía española, sino en el punto más bajo de una crisis económica, como el jueves 13 de mayo se ha encargado de recordarnos de manera inequívoca. Pero no hay por qué dramatizar. Ni política ni económicamente existen riesgos para la estabilidad del país. En consecuencia, no hay ningún motivo por el que los ciudadanos no puedan acudir a las urnas con plena tranquilidad de espíritu, sin temor de...

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El próximo 6 de junio vamos a acudir por sexta vez desde 1977 a las urnas para elegir a los miembros de las Cortes Generales. Ciertamente, estas elecciones no se van a celebrar en un buen momento de la economía española, sino en el punto más bajo de una crisis económica, como el jueves 13 de mayo se ha encargado de recordarnos de manera inequívoca. Pero no hay por qué dramatizar. Ni política ni económicamente existen riesgos para la estabilidad del país. En consecuencia, no hay ningún motivo por el que los ciudadanos no puedan acudir a las urnas con plena tranquilidad de espíritu, sin temor de ningún tipo. Sea cual sea el resultado que arrojen las urnas, no hay, afortunadamente, ningún riesgo grave para nuestra convivencia. Nada dramático va a pasar después del 6 de junio. Que nadie tenga, pues, miedo, porque no hay motivo para ello. Como dijo en su día el presidente F. D. Roosevelt, a lo único que hay que tenerle miedo es al miedo mismo.Ahora bien, el hecho de que no haya que tener miedo no quiere decir que estas elecciones no sean importantes y que sea indiferente la opción que tomen los ciudadanos y los resultados de las urnas. No se va a producir ninguna catástrofe gane quien gane, pero si van a producirse diferencias importantes en la gobernación del país, en la dirección del Estado y en la presencia internacional de España, según la opción que mayoritariamente elijan los ciudadanos.

Justamente por eso creo que es oportuno reflexionar sobre lo que está en juego en estas elecciones y sobre lo que se está ofertando por los partidos que concurren a las mismas, ya que desde hace unas semanas ha empezado a extenderse por el país la opinión de que no hay grandes diferencias entre los dos partidos que más posibilidades tienen de ganarlas, y que no sería muy diferente la dirección del país si los ciudadanos depositan mayoritariamente su confianza en el PP o en el PSOE.

Dicha opinión ha sido propiciada en buena medida por el propio PP. A pesar de la ferocidad de los ataques que viene dirigiendo contra el Gobierno socialista en general y contra su presidente en particular, dichos ataques no han sido nunca programáticos, sino exclusivamente personales. Desde el punto de vista político, en lo que a ofertas de programa se refiere, el presidente del PP está transmitiendo el mensaje de que "no va a cambiar casi nada", de que van a ser "mínimamente revisionistas" (palabras textuales en la presentación del Manifiesto electoral del PP) de lo que se ha hecho en estos últimos 10 años.

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En dicha posición hay un reconocimiento implícito de que o. bien no tienen un programa alternativo al socialista para hacer frente a los problemas del país o bien, lo que sería peor, que si lo tienen no quieren hacerlo público, porque saben que con él no podrían ganar unas elecciones.

Pero, sea como sea, la opinión que se está intentando transmitir es que no hay que preocuparse, porque no hay grandes diferencias, porque es más o menos igual, en cuanto a la política que se va a hacer, votar al PSOE o votar al PP. Y votar al PP tiene la ventaja de "hacer efectiva la alternancia" y algunas cosas más realmente sorprendentes en quien aparece con nombre y apellidos en la relación de "hechos probados" de una sentencia penal por corrupción.

Esta oportunidad ha sido aprovechada, como no podía ser de otra manera, por Julio Anguita, quien viene repitiendo de manera machacona que votar al PSOE y al PP no es lo mismo, pero casi, y que frente a dichas opciones la única alternativa realmente diferenciada es la que representa IU.

Así pues, tanto desde el PP como desde IU se está transmitiendo una imagen en la que la opción socialista aparece difuminada, no diferenciada de la de la derecha española y sí diferenciada de la de IU, pero en la medida en que y porque coincide con la opción de la derecha.

Esa imagen es profundamente errónea y no se corresponde en nada con la realidad. Creo que existen diferencias profundas entre las ofertas que se están haciendo y que es conveniente que se sea consciente de ello, porque es mucho lo que nos jugamos en estas elecciones.

Para dar respuesta a esta pregunta me van a permitir que dé un rodeo. Hace algo más de 200 años, cuando los constituyentes americanos decidieron formar los Estados Unidos de América, todas sus referencias de política exterior se centraban fundamentalmente en tres Estados europeos: Inglaterra, Francia y España. Por este orden. A El Federalista me remito. A partir de entonces nunca España ha sido una referencia significativa en el ámbito intemacional. España descendió a la segunda división y allí ha permanecido desde entonces. En algunos momentos aislados a lo largo de estos dos siglos pareció que podíamos ascender a la primera división, pero el esfuerzo no fue nunca lo suficientemente continuado como para que pudiéramos conseguirlo.

únicamente a partir de 1977, con los Gobiernos de UCD primero y con los Gobiernos socialistas después, la sociedad española ha mantenido el esfuerzo durante el tiempo suficiente como para que el país se haya situado en la primera división. No voy a dar datos, aunque sería muy fácil hacerlo. Solamente les diré que en presencia en los medios de comunicación internacionales España se ha situado entre los primeros países del mundo. De ser un país que sólo era noticia cuando ocurría una catástrofe natural o política hemos pasado a ser un país que existe, del que se informa de manera general y permanente. Como sucede con los países de primera división.

Esto es básicamente lo que ha hecho la sociedad española en esta década y media larga. Ha sido un esfuerzo enorme, que ha tenido grandes costes, pero también grandes recompensas. La crisis de 1973-1974 no se pudo afrontar, por razones políticas, como lo hicieron los demás países europeos, y ello nos impuso unos esfuerzos extraordinarios a finales de los setenta y principios de los ochenta: Pactos de La Moncloa, reconversión industrial, etcétera, llevados a cabo en medio de una presión terrorista desconocida en cualquier país europeo occidental. Pero ello posibilitó que en la segunda mitad de la década hayamos tenido un crecimiento superior al de los demás países europeos y hayamos reducido el diferencial que nos separaba de ellos, al mismo tiempo que se ha conseguido, si no acabar por completo, sí derrotar de manera inequívoca al terrorismo.

Pero no podemos olvidar que acabamos de ascender a la primera división y que tenemos que competir con países que están en ella desde siempre. Y no es lo mismo competir en primera que competir en segunda. Tenemos, por tanto, que hacer frente a las dificultades de los países recién ascendidos y tenemos que hacer el esfuerzo suplementario de los países que quieren consolidarse de manera definitiva en la división de honor.

Ésta es la tensión a la que está sometida la sociedad española en estos momentos. No es una tensión que venga exigida por la construcción europea. La, construcción europea se va a hacer con nosotros más arriba o más abajo. Es a nosotros a quienes nos interesa estar más arriba. A los demás les es indiferente. Que nadie se llame a engaño.

Y estar más arriba exige un esfuerzo de rigor importante. Esfuerzo que hay que sumar al que venimos haciendo desde 1977. Comprendo que no es fácil. Pero, si queremos continuar en. primera división, hay que hacerlo.

Aunque se hable poco de ello, esto es realmente lo que nos estamos jugando en estas elecciones. A partir del 6 de junio vamos a comprobar si somos capaces de mantener el esfuerzo que hemos hecho en estos últimos 16 años o si, por el contrario, como ya nos ha ocurrido en otros momentos a lo largo de estos dos últimos siglos, no vamos a ser capaces de' resistir la presión, bajamos la guardia y pasamos a aceptar resignadamente que no podemos mantenernos en primera división. Aunque se esté hablando

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Hablando en serio

es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla.

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