FERIA DE SEVILLA

Javier Buendía, por la Puerta del Príncipe

ANTONIO LORCA Tras una actuación magistral, subieron a hombros al rejoneador Javier Buendía y así lo sacaron por la Puerta del Príncipe. Pero como es hombre de peso, el capitalista que lo portaba se cansó pronto, lo bajó en el Paseo de Colón, a escasos metros de la plaza, y allí quedó Buendía sin saber qué hacer. Para evitar el ridículo, el rejoneador, apurado, repartió abrazos y corrió hasta la puerta de cuadrillas, donde le esperaban los suyos, es decir, los caballos.

Minutos antes, el público se había rendido incondicionalmente ante la maestría de Javier Buendía, que protagoni...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

ANTONIO LORCA Tras una actuación magistral, subieron a hombros al rejoneador Javier Buendía y así lo sacaron por la Puerta del Príncipe. Pero como es hombre de peso, el capitalista que lo portaba se cansó pronto, lo bajó en el Paseo de Colón, a escasos metros de la plaza, y allí quedó Buendía sin saber qué hacer. Para evitar el ridículo, el rejoneador, apurado, repartió abrazos y corrió hasta la puerta de cuadrillas, donde le esperaban los suyos, es decir, los caballos.

Minutos antes, el público se había rendido incondicionalmente ante la maestría de Javier Buendía, que protagonizó, un año más, una faena cargada de aroma del más puro toreo a caballo. Con un sentido casi perfecto del tiempo, la distancia y los terrenos, Buendía fue capaz de emocionar desde el comienzo, con la suerte de la garrocha, hasta que acabó con la vida del animal de un rejón algo trasero. Con un alto nivel en todas las suertes, alcanzó su punto culminante al colocar dos pares de banderillas al quiebro. Y todo ello, sin aspavientos, sin voces, sin idiomas extraños, sin enfados...

Bohórquez / Siete rejoneadores

Toros de Fermín Bohórquez, bravos y nobles, a excepción del tercero, muy manso. Rafael Peralta: oreja. Antonio Ignacio Vargas: aviso y ovación. Luis Valdenebro: aviso y silencio. Javier Buendía: dos orejas. Fermín Bohórquez: vuelta. Luis Domecq: oreja. Antonio Domecq: oreja. Plaza de la Maestranza, 2 de mayo. 12º corrida de feria. Lleno.

Porque, hay que ver lo que chillan los rejoneadores, las voces extrañas que utilizan para llamar la atención del toro, los enfados tan tontos que se cogen y el tiempo que pierden en lugar de torear. ¡Uy, oh, ah, eh, jé, jé, jé... a¡tán, ñán, mi, jé, toro, je, yu, yu, eh! Más o menos, según la procedencia geográfica del matador, esto es lo que oye el toro. Movimientos de manos y brazos y galopadas es lo que ve. Y, encima, el animal embiste, lo cual es un mérito.

Así y todo, el espectáculo resultó largo, pero entretenido. Rafael Peralta, ante el toro más, bravo de la mañana, protagonizó una muy seria actuación. Antonio Ignacio Vargas deslució su quehacer cuando echó pie a tierra con una muleta sucia y escuchó un aviso. Valdenebro no tuvo su mañana. Escuchó otro aviso antes de que el matador Antonio Vázquez acabara con su toro. Bohórquez tampoco estuvo muy afortunado, aunque mejoró en banderillas. Por último, los hermanos Luis y Antonio cortaron cada uno una oreja. El primero fue el único que colocó banderillas a dos manos, y su hermano falló con los rejones de castigo.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Sobre la firma

Archivado En