Crítica:MÚSICA

De la expectación al desencanto

Cuando en los años setenta el veneciano Giuseppe Sinopoli (1946) desviaba su carrera desde la composición hacia la dirección íbamos a perder un autor de gran interés a cambio de un conductor brillante y superficial. Que Sinopoli lleva una importante carrera es algo indiscutible, pero quienes se olvidan de los catálogos de los grandes sellos discográficos y de las campañas de creación de imagen para opinar por sí mismos quedaron bastante desencanta dos tras las versiones de Sinopoli de la Sinfonía en si menor de Schubert y de la Séptima de Bruckner.

Con esta monumental ...

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Cuando en los años setenta el veneciano Giuseppe Sinopoli (1946) desviaba su carrera desde la composición hacia la dirección íbamos a perder un autor de gran interés a cambio de un conductor brillante y superficial. Que Sinopoli lleva una importante carrera es algo indiscutible, pero quienes se olvidan de los catálogos de los grandes sellos discográficos y de las campañas de creación de imagen para opinar por sí mismos quedaron bastante desencanta dos tras las versiones de Sinopoli de la Sinfonía en si menor de Schubert y de la Séptima de Bruckner.

Con esta monumental obra bruckneriana otras batutas obtienen éxitos clamorosos, lo que no sucedió esta vez, a pesar de que el instrumento gobernado por su actual titular posee una categoría de cinco estrellas y algunas más. Aligerar a Bruckner a base de restarle intensidad y hacer caso bastante omiso de los procesos tensionales que cada una de sus sinfonías comporta da como resultado una duración psicológica difícilmente soportable. Y hacer la Inacabada, de Schubert, con ausencia de la íntima poética que encierra, para ofrecemos una simple estructura irregularmente matizada, no compensa la perfección con que tocan las individualidades, grupos y el total de una orquesta verdaderamente ejemplar.

Ciclo Orquestas del Mundo

Staatkapelle de Dresde. Director: G. Sinopoli. Obras de Schubert y Bruckner. Auditorio Nacional. Madrid, 28 de abril.

Hace sólo tres días escuchábamos en Compostela a Giulini haciendo un verdadero milagro interpretativo de la música incidental para Rosamunda. Quizá el precedente tomó más incómodo el seguimiento de cuanto hizo y no hizo Sinopoli; así cabría suponerlo si no fuera porque la audiencia reaccionó con entusiasmo muy medido después de Schubert y con manifiesta frialdad al terminar Bruckner. A lo mejor, o a lo peor, Sinopoli no tenía su día, mas lo cierto es que salimos del Auditorio Nacional chasqueados y sin otro consuelo que pensar en la excelencia del conjunto de Dresde. Digámoslo a lo castellano: ¡Dios, qué buen vasallo!

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