Crítica:CLÁSICA

Siglo y medio de perfección

La Orquesta Filarmónica de Nueva York celebra los 150 años de su fundación. A lo largo de siglo y medio de perfección sinfónica, los neoyorquinos han mantenido un prestigio de cinco estrellas y algunas más, a la vez que encargaron y estrenaron buen número de partituras importantes, desde la Sinfonía del Nuevo Mundo hasta la Cuarta de Gerhard o la Segunda de Penderecki.Poco y mucho habría que decir de este formidable instrumento: poco, por cuanto es bien conocida su calidad fuera de serie; mucho, porque a, cada paso nos admira la perfección de todos y cada uno de los compon...

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La Orquesta Filarmónica de Nueva York celebra los 150 años de su fundación. A lo largo de siglo y medio de perfección sinfónica, los neoyorquinos han mantenido un prestigio de cinco estrellas y algunas más, a la vez que encargaron y estrenaron buen número de partituras importantes, desde la Sinfonía del Nuevo Mundo hasta la Cuarta de Gerhard o la Segunda de Penderecki.Poco y mucho habría que decir de este formidable instrumento: poco, por cuanto es bien conocida su calidad fuera de serie; mucho, porque a, cada paso nos admira la perfección de todos y cada uno de los componentes, el equilibrio entre las secciones, la permanente y atenta escucha que permite una ligazón continua del discurso, la justeza de los tiempos y el ritmo interior de extraordinaria fuerza vital.

Ciclo Orquestas del Mundo (Ibermúsica)

Filarmónica de Nueva York. Director: K. Masul. Obras de Barber, Shen y Dvorak. Auditorio Nacional, 1 de abril.

En otras ocasiones los filarmónicos- neoyorquinos vinieron a España dirigidos por Ahronovich y Mehta, en tanto el maestro que la conduce en el viaje de ahora, Kurt Masur, estuvo al frente de la Gewandhaus, de Dresde. Masur, silesiano, nacido en Brieg en 1927, es un director equidistante de la vieja escuela germana y de los modernos conceptos que caracterizan a los conductores de hoy. Sus versiones son personales, aunque jamás se sirva de recursos gratuitos ni mucho menos se entregue al efectismo por sí mismo. En menos palabras: hace música con rigor, exigencia y limpio estilo.

Inició su programa con el Adagio de Samuel Barber (1910-1981), una de esas páginas cuyo éxito las convierte en enemigas de su autor, pues llega un momento en el que da la sensación de que no hubiera escrito otra cosa, cuando la producción de Barber es extensa y abarca todos los géneros, desde la ópera (Vanessa, Antonio y Cleopatra) hasta la sinfonía, el concierto o el lied. El célebre Adagio procede del Cuarteto en sí menor (1937), y orquestado por Barber a instancia de Toscanini, lo estrena en la nueva forma a finales del año siguiente. Es un ejemplo de neorromanticismo fuertemente expresivo que al mismo tiempo acepta formulaciones anteriores. La cuerda de la Filarmónica brilló en todo su esplendor.

Kurt Masur hizo una Sinfonía del Nuevo Mundo fresca, luminosa y construida con tanta fuerza como' suavidad. Cantó admirablemente el coro inglés en el largo, nos llegó palpitante de ritmo y color el final y el alegro quedó construido en toda su amplitud desde una diversidad expresiva que dio a cada tema su especial significación, más bohemia que negra, aunque aparezcan las notas. del Rueda ya, dulce carrito, canción de trabajo que Dvorak aprendiera de Burleigh. En suma, asistimos a algo que parece imposible: un aire nuevo para pentagramas escuchados hasta la saciedad.

Una obra de Brigh Shen

Entre Barber y Dvorak, Masuri y los filarmónicos ofrecieron una página del chino-americano Brigh Shen (Shanghai, 1955) pensada y realizada con verdadera sutileza hasta lograr un continuo de sensaciones acústicas extraordinariamente refinadas. En el fondo, Laceraciones obedece a los sentimientos dramáticos del compositor durante una etapa trágica y reciente de su país de origen.El éxito fue total y la orquesta visitante ofreció un par de bises, uno de ellos interpretado sin director, y que fue la obertura brillantísima y mundana de Candide, de Bernstein.

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