PARO EN UN SERVICIO ESENCIAL

La fuerza de los 'celosos'

Los basureros basan su huelga de celo en trabajar más horas, pero a paso lento

El dueño del restaurante Cazadero es tal vez el único ciudadano de Madrid con razones sobradas para aprobar la prolongación indefinida de la huelga de basureros. Desde el lunes, conductores y mozos, después de verter, invierten allí media hora para masticar su bocadillo. En condiciones normales, ninguno para, pero la aplicación correcta de la ley, según los huelguistas, es ésa: trabajar las seis horas reglamentarias, y sin ninguna prisa. Anoche, en la asamblea diaria antes de emprender la jornada, todos se mostraban confiados y tranquilos.

La huelga de celo significa, según Juan Garciló...

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El dueño del restaurante Cazadero es tal vez el único ciudadano de Madrid con razones sobradas para aprobar la prolongación indefinida de la huelga de basureros. Desde el lunes, conductores y mozos, después de verter, invierten allí media hora para masticar su bocadillo. En condiciones normales, ninguno para, pero la aplicación correcta de la ley, según los huelguistas, es ésa: trabajar las seis horas reglamentarias, y sin ninguna prisa. Anoche, en la asamblea diaria antes de emprender la jornada, todos se mostraban confiados y tranquilos.

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La huelga de celo significa, según Juan Garcilópez, de UGT, que durante estos días los ciudadanos no se quejarán de que los camiones de basura se saltan los semáforos o levantan los coches con la mano para apartarlos de las calles estrechas. No, cumplirán el horario normal, con su media hora para bocadillo y sin asomo de agobio. A ese ritmo sólo les da tiempo para recoger la mitad que un día sin huelga, o para hacer un porte en vez de dos. Han elegido esa estrategia, saben que los ampara la legalidad y se sienten fuertes, seguros y tranquilos.Son las once menos cuarto de la noche en el Parque de Vallecas, el más grande de los tres, que hay en Madrid. A la puerta. hay una treintena de coches patrulla con sus sirenas apagadas, y como doscientos basureros. Unos esperan coger su camión. para cumplir los servicios mínimos y otros simplemente para, apoyarles. No hay tensión.

- Usted, que es periodista -espeta José Luis Lendino, alto, fuerte y con poco pelo-: ¿Hay derecho a que yo llegue como llegué anoche a las seis de la mañana a casa y que escuche a un colega suyo por la radio diciendo que nosotros somos unos privilegiados y unos mafiosos? ¿Hay derecho a que yo llame al programa, me identifique para dar mi opinión y no me den la palabra? Aquí, como en las riñas de maridos y mujeres, hay que escuchar a las dos partes y ese señor no nos escuchó a nosotros. Por eso, entre otras cosas, a mi mujer le han dicho en la compra que yo soy un mafioso".

Se formó un círculo entre Lendino y el periodista, en el que todos le animaban a proseguir: "Y le voy a decir más" -Lendino parecía tener La mente muy ordenada-. "Ha, una visión muy mala de este asunto, por tres causas; yo no tengo estudios y soy de pueblo, pero se lo voy a explicar lo mejor posible. Es cierto que en condiciones normales, cuando trabajamos a destajo, echamos a lo mejor unas tres o cuatro horas solamente, pero es porque a ningún ser humano le gusta estar más tiempo a cero grados o lloviendo en medio de la calle. Ésa es la primera causa que la gente tiene que saber; la segunda es que cuando la empresa no te dice que dejes de trabar a destajo es porque a ella le interesa, porque estamos cumpliendo bien el trabajo. La tercera es que a los primeros a los que interesa que terminemos antes es a los ciudadanos, porque a nadie le gusta soportar el ruido de un camión a las cuatro de la mañana".

Lendino explicó que el último mes trabajó 27 noches de los 31 días. Ganó 186.500 pesetas. "¿Eso es dinero?, ¿Y qué hay de la esclavitud a la que sometemos a la familia? No podemos, como todo el mundo, llevar a nuestros hijos los fines de semana por ahí, porque trabajamos todos los días menos los domingos. Y es cierto que ahora en Semana Santa la gente se va y hay menos tarea, pero también es cierto que los lunes trabajamos el doble".

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Son las once de la noche y Moisés Torres, de UGT, ha cogido un megáfono para hablar a los doscientos compañeros que se apiñaban allí.

- ¡Buenas noches compañeros!.

("Menos mal que hoy trae micrófono", se oye).

- El delegado del Gobierno ha reconocido que se cumple con los servicios mínimos.

Silencio es lo único que se escucha entre los doscientos.

- La empresa nos ha acusado de los desgraciados hechos que ocurrieron el otro día [se refería a los pinchazos de más de treinta camiones], pero los camiones se picharon en los parques. Nosotros podíamos pensar que fue la empresa, pero como no tenemos prueba, no acusamos. Más silencio. El de UGT continúa anunciando que la situación de la limpieza está muy mal en toda España.

Cuando se despide, decide alzar la voz en tono realmente asambleario: "¡Debemos seguir trabajando como hasta hoy, acatando el reglamento!", pero ni siquiera se da el amago de un aplauso. Algunos murmullos de aprobación. Le sucede Ángel Luis Gárgoles, de CC OO, con voz más impetuosa, que concluye así su discurso:

-!Viva la clase obrera!.

Le contestaron algunos vivas abúlicos. "Es muy difícil movilizar a esta gente" reconocía un líder sindical. Si convocamos una manifestación, seguro que acuden muy pocos. Por eso estamos tan contentos del resultado obtenido hasta ahora.

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