Los forenses aseguran que 17 enfermos murieron por el fallo del acelerador

Los siete forenses que realizaron las autopsias de los 20 pacientes oncológicos fallecidos tras ser tratados con el acelerador del Clínico de Zaragoza declararon ayer que en 17 casos la muerte sobrevino por el exceso de radiación sufrida. Hasta ahora el Insalud reconocía sólo una relación directa de causa-efecto en 10 de los fallecidos. Los forenses precisaron que dos de los pacientes no murieron por la sobredosis y que no tenían datos del otro porque no le habían realizado la autopsia.

Los médicos forenses precisaron que de los 17 pacientes fallecidos después de las sesiones del aceler...

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Los siete forenses que realizaron las autopsias de los 20 pacientes oncológicos fallecidos tras ser tratados con el acelerador del Clínico de Zaragoza declararon ayer que en 17 casos la muerte sobrevino por el exceso de radiación sufrida. Hasta ahora el Insalud reconocía sólo una relación directa de causa-efecto en 10 de los fallecidos. Los forenses precisaron que dos de los pacientes no murieron por la sobredosis y que no tenían datos del otro porque no le habían realizado la autopsia.

Los médicos forenses precisaron que de los 17 pacientes fallecidos después de las sesiones del acelerador, 14 murieron a consecuencia directa de la sobredosis, mientras que en los otros tres la sesiones fueron el causante indirecto. Añadieron que en el caso de los otros tres enfermos ya fallecidos, los tumores que sufrían se vieron acelerados por la radioterapia. Lo mismos especialistas expusieron al tribunal el estado de los otros siete pacientes que fueron sobreirradiados y que aún viven. Esta parte del juicio se celebró a puerta cerrada.Además de los forenses, los peritos especializados en oncología radioterápica, Jorge Craven, Fernando Solsona e Ignacio Petschen, declararon ayer que en muchos casos la sobredosis determinó la causa de la muerte. Uno de los casos más detallados por los tres especialistas fue el de Teresa Gavil, de 87 años y fallecida en julio de 1991. Antes de que se produjera el fallo del acelerador entre el 10 y el 20 de diciembre de 1990, esta enferma había sido sometida a 24 sesiones de radio con el acelerador.

A partir del fatídico 10 de diciembre, cuando el acelerador funcionaba sin control por la supuesta incorrección de la reparación del técnico de la General Electric, la mujer volvió a tumbarse en la camilla en otras cinco ocasiones. "En ellas recibió la misma dosis que la resultante de las otras 24", precisó uno de los peritos. La sobreirradiación le afectó al encéfalo y fue la causante de la necrosis -muerte de tejido celular- que ya empezó a preverse el 8 de enero de 1991, es decir, a las tres semanas de las dosis mortales.

Síntomas a los dos meses

Según los especialistas, la necrosis masiva de los tejidos excesivamente irradiados no suele aparecer antes de 15 días, aunque esto también depende de la resistencia de los órganos o tejidos tratados.Entre los pacientes que sufrieron las consecuencias del fallo del acelerador hubo varios que tuvieron molestias casi inmediatamente después de someterse a las sesiones. Lo comunicaron a los médicos encausados, quienes achacaron las alteraciones a reacciones normales después de sesiones de radioterapia y no a los efectos de una sobredosis.

Según los peritos, las molestias que los enfermos decían sufrir -dolores e inflamaciones- obedecían a los efectos de las sesiones anteriores y no a las practicadas cuando el acelerador estuvo averiado.

En cuanto a los mareos, vómitos o dificultades de respiración que también sufrieron enfermos sobreirradiados pocos días después de las mortales sesiones, los peritos argumentaron que hay una serie de manifestaciones -conocidas con el nombre de mal de rayos- con un fuerte componente subjetivo.

Los tres especialistas destacaron que es frecuente que enfermos irradiados tengan angustia y miedo. La opinión de los peritos, como la de los médicos encausados, contrarió visiblemente a la hermana de una de las fallecidas. Pilar Millán comentó en los pasillos de la sala del juicio que su hermana tenía "pánico" y lloraba cuando tenía que "meterse en la máquina". "Pero no lloraba por histeria, sino por el dolor que sentía", dijo con enfado.

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