Major busca ideas para recuperar la iniciativa

El primer ministro británico, John Major, vuelve al trabajo. Y con él vuelven las dudas sobre Europa, el creciente déficit presupuestario, el conflicto de la minería y todos los demás asuntos que hicieron de¡ último trimestre de 1992 un viacrucis parael Gobierno británico. Major reunió ayer a varios ministros; y a sus asesores más cercanos en su residencia campestre de Chequers para elaborar un plan de salvación gubernamental: la consigna es resucitar con toda urgencia el prestigio del primer ministro y la credibilidad del Gabinete.

John Major acabó el año en un estado de completa postr...

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El primer ministro británico, John Major, vuelve al trabajo. Y con él vuelven las dudas sobre Europa, el creciente déficit presupuestario, el conflicto de la minería y todos los demás asuntos que hicieron de¡ último trimestre de 1992 un viacrucis parael Gobierno británico. Major reunió ayer a varios ministros; y a sus asesores más cercanos en su residencia campestre de Chequers para elaborar un plan de salvación gubernamental: la consigna es resucitar con toda urgencia el prestigio del primer ministro y la credibilidad del Gabinete.

John Major acabó el año en un estado de completa postración política. Su relativo éxito como anfitrión de la cumbre comunitaria de Edimburgo pudo rehabilitarle ante sus colegas europeos, pero no le sacó del pozo de la impopularidad en el terreno doméstico. La misión que se ha fijado para el principio de 1993 es la de trazar un plan de medidas vigorosas y retomar la iniciativa en el Parlamento. En la reunión de Chequers, que durará hasta mañana, Major espera recibir ideas nuevas de sus asesores (la unidad política de Downing Street, encabezada por Sarah Hogg) y fórmulas para esquivar los problemas que se avecinan.El primer problema es el fiscal. El canciller del Exchequer, Norman Lamont, ya se reunió el viernes, también en su casa de campo de Chevening, con sus asesores para hablar del galopante déficit presupuestario, y de cómo atajarlo. El déficit rondará este año los 10.700 millones de libras (casi dos billones de pesetas) y, según distintas proyecciones, puede dispararse hasta 18.000 millones de libras el año próximo. El desempleo, que en febrero puede afectar ya a tres millones de británicos y seguirá en ascenso durante todo 1993, absorbe cada vez más dinero público para' los subsidios, y la esperada recuperación económica no está aún los bastante cercana como para incrementar de forma significativa los ingresos fiscales.

La solución ortodoxa sería aumentar en un 20% los tipos del impuesto sobre la renta. Pero eso sería un suicidio político. Lamont, al parecer, acordó con sus asesores que la vía más discreta para incrementar la recaudación era la del IVA (Impuesto sobre el Valor Añadido). Ni Major ni su gente de Downing Street están dispuestos, sin embargo, a aceptar un aumento generalizado de los impuestos indirectos. La solución de la crisis fiscal está, por tanto, en el aire, a dos meses de la presentación del presupuesto.

En el terreno económico, otra incógnita, la de cuál es el destino de la libra esterlina si el' futuro de la divisa, como anunció Major, no pasa de momento por el Sistema Monetario Europeo. Los mercados financieros exigen que el Gobierno, deje de dudar, y anuncie si quiere mantener la divisa en flotación indefinidamente o volver algún día a.. un mecanismo de cambios fijos.

Otro problema urgente es el de las minas de carbón. El plazo para la revisión del cierre aceptada por el Gabinete, en una humillante retirada, se cumple dentro de un mes, y todo apunta a una definitiva rendición gubernamental. El ministro de Industria, Michael Heseltine, parece haber decidido mantener en funcionamiento la minería del carbón duran te cinco años más, con subsidios que financiarán directa mente los consumidores a través de la factura de la electricidad. La cuestión para Major es ahora buscar fórmulas para aplacar la previsible ira de los thatcheristas en su partido, enemigos declarados de todo subsidio, y el malestar entre el público.

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El reto de Maastricht

Se avecina también el definitivo debate parlamentario sobre Maastricht. Respecto a ese asunto, el problema de John Major no será tanto ganar las votaciones -en las que debería triunfar, aunque pasara apuros- como evitar la repetición del espectáculo de un Partido Conservador dividido. y caótico.

El primer ministro necesita robustecer su imagen y explicar al fin, casi un año después de su victoria, electoral, cuáles son los objetivos de su Gobierno. Las encuestas señalan que el electorado percibe a Major como un hombre a la deriva; la misma acusación es formulada por la mayoría de sus propios parlamentarios. La Carta de los Ciudadanos, que volvía a estar ayer sobre la mesa en Chequers, ha demostrado ser una iniciativa de muy poca entidad.

Para completar un panorama problemático, el Partido Conservador se encuentra en una crisis financiera aguda, con una deuda global de 19 millones de libras (más de 3.500 millones de pesetas). Ante esta situación, los tories podrían verse obligados a despedir hasta 90 empleados y desprenderse con ello de parte de la eficiente maquinaria electoral que le ha ayudado, hasta ahora, a mantenerse en el poder.

,El modelo'Clinton' divide a los laboristas

Que un Gobierno esté en crisis no implica necesariamente que la oposición esté en aIza. Ejemplo de ello es el británico: el Partido Laborista fue incapaz, primero, de ganar unas elecciones que parecían fáciles. Luego fue incapaz de aprovechar políticamente la cadena de errores cometidos por John Major desde el desastre de la libra esterlina en septiembre. Y ahora se muestra incapaz de ponerse de acuerdo en algo aparentemente sencillo: si el ejemplo de Bill Clinton en Estados Unidos marca o no el camino a seguir por la izquierda del Reino Unido para alcanzar el poder.La victoria de Clinton ha sumido a los laboristas en una agria discusión. Para un sector del partido, encabezado por los renovadores Gordon Brown y Tony Blair, el nuevo presidente norteamericano es el modelo a seguir: integración de distintas corrientes, moderación económica y estilo populista. Para otro sector, encabezado por el ortodoxo John Prescott, el ejemplo de Clinton no es válido: "Ya lo utilizamos en las últimas elecciones, y perdimos", afirma Prescott, quien pide el retorno a políticas socialdemócratas clásicas.

- El caído líder laborista, Neil Kinnock, se puso el sábado de parte de los clintonistas. El nuevo líder, John Smith, no se ha pronunciado todavía. Su silencio, y su fracaso a la hora de capitalizar los errores de Major, están mellando su crédito en el partido.

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